El rematrimonio tan temido
Una ex estrella del fútbol europeo aparentemente (nunca se nos dice por qué, pero no puede pagar el alquiler de su casa) en bancarrota; ese mismo jugador, George Dryer (Gerard Butler), tratando de conseguir trabajo como periodista deportivo; Dryer, afincándose en un pueblito de los Estados Unidos para ver si puede recuperar el lazo con su pequeño hijo del cual está distanciado; Dryer, como entrenador de fútbol del equipo del hijo; Dryer -con espíritu de vodevil-, como objeto del deseo de las madres de las compañeritas del hijo; los padres de los chicos, incentivando y tomando conductas reprobables para que sus hijos avancen en el plano deportivo; Dryer, intentando recuperar a su ex esposa que está a punto de casarse nuevamente. Son muchas las posibilidades que Jugando por amor tenía para ser, dentro de las convenciones -y no hay nada de malo en ellas-, una película atractiva: a eso había que sumarle un buen elenco y la velocidad habitual del director Gabriele Muccino. Incluso, queda subterráneo un tema mayor, como es el choque cultural en la visión sobre el fútbol que pueden tener un europeo y un norteamericano (sumémosle que el director de la película es italiano). Pero no. Entre todos los ítems mencionados anteriormente, elija usted el menos interesante. Y no fallará: Jugando por amor es, poco felizmente, una película que se termina conformando con ser una de rematrimonio.
Muccino fue una de las miradas más vitales del cine industrial italiano de la nueva era: Ahora o nunca o El último beso fueron películas inmensamente populares, renovadoras en cuanto a un sistema de estrellas que estaba vetusto y también voraces en la forma en que Muccino entiende el ritmo cinematográfico. No es un director clipero, las escenas duran lo que tienen que durar, pero el italiano casi no entiende de transiciones: sus películas son intensas. Bueno, un poco eso quiso trasladar a los Estados Unidos. Pero la mudanza ha sido trágica: y si bien En busca de la felicidad y Siete almas son películas cuestionables desde lo ético, tenían al menos esa voracidad narrativa típica de Muccino; los personajes se definían por acciones extremas, el ritmo era el latido del relato. Sin embargo con Jugando por amor ya no sólo la película es pobre conceptualmente, sino que además cualquier rasgo autoral se ve sepultado por una historia romántica de bajo vuelo que encima se construye mal.
Los diferentes tópicos abordados en el primer párrafo no son caminos posibles, son instancias que el propio film instala histéricamente: casi como un delantero soltado en velocidad, la película amaga en ir para cada uno de esos lados. Pero recién sobre la última media hora, fija su objetivo: la posibilidad de que el protagonista Dryer no sólo haga fuerte el lazo con su hijo, sino que además se quede con Stacie, su ex. Y si bien con la temática del rematrimonio el cine de Hollywood ha entregado excelentes piezas, no es este el caso porque básicamente no se lo propone desde el comienzo sino que es una especie de manotazo de ahogado con el que intenta cerrar este relato feliz y perdicero. Jugando por amor pierde efectividad porque se nota la escritura del guión, cada giro se hace demasiado explícito y algunas situaciones que bordean el ridículo (unas fotos) sólo están ahí como trampolín para el final.
De esta manera, Muccino termina por perderse en el panorama de un cine industrial escasamente satisfactorio, tal vez menos pretencioso -y por eso mismo más agradable- que sus dos primeros films en Hollywood, pero igual de inocuo. No obstante, lo que termina por molestar de esta película es el nivel de berreteada de su guión, que mete y saca personajes sin ninguna lógica, construye comic relief fallidos (el dueño de casa árabe) y se empeña sistemáticamente en hacer de buenos intérpretes como Dennis Quaid y Uma Thurman unos monigotes sin gracia. ¿Cuál es el sentido de todas las mujeres que se le lanzan a Dryer? ¿Por qué se lo muestra sin dinero si eso no tiene mayor injerencia en su desarrollo? ¿Qué pasa con el dinero que un personaje le da para que ponga al hijo? Un montón de incógnitas sin resolver. Jugando por amor apila elemento pero no define nunca (como esos delanteros vuelteros). Y todo para no mostrar, desde un comienzo, que se trataba nada más y nada menos que de una película de rematrimonio.