Ambos tres
Una historia sobre el dolor y la redención es la propuesta de Inés María Barrionuevo (Atlántida, 2014) en Julia y el zorro (2018), un relato sobre las perdidas y las tensiones familiares interpretado por una extraordinaria Umbra Colombo.
Julia, una actriz con aires de diva, y Emma, la hija de doce años, más infantil que pre-adolescente, regresan a la que alguna vez fuera la casona que habitaban tras la muerte del marido y padre. La casa está abandonada y alguien se robó la heladera. En el garaje hay un auto destartaladoque, junto a la pierna rota de Julia, hace suponer que hubo un accidente fatal. La relación entre madre e hija se nota tensa, pero a medida que los minutos avanzan esa tirantez inicial se vuelve casi una batalla campal entre una madre despreocupada y una hija que busca un poco de atención. Cuando Gaspar, un amigo de toda la vida entra en escena, se vislumbra una solución, pero no la que se espera.
El zorro al que se refiere el título es el protagonista de ambas historias, el de la madre y el de la hija, y es que Julia y el zorro está plagada de metáforas que la conectan con cierto instinto animal de relaciones ambiguas que se complementan con geniales pasajes oníricos, acompañados solo del cuerpo de Umbra Colombo, en un personaje hecho a su medida, con un rubio platinado y actitudes que la asemejan a una modelo de Dolce & Gabbana.
Barrionuevo trabaja los vínculos familiares rotos y el duelo a través de la autodestrucción de sus personajes y eso vuelve a Julia y el zorro una película oscura, por momentos incómoda, con personajes apáticos que en ningún momento buscan conquistar al espectador ni al entorno que los rodea. Tratan de distanciarse de cualquier empatía que pueda surgir evitando actos de (auto)complacencia.
Filmada con una sensibilidad extrema, un magistral tratamiento sonoro y narrada de manera fragmentada, compuesta por escenas que parecen no tener relación entre sí, con momentos que rozan el artificio en busca de un paralelismo con la profesión de la protagonista, Julia y el zorro asume riesgos que la vuelven valiosa en su manera de contar una historia plagada de atmósferas y climas densos que, contrariamente a lo que se puede presumir, nunca cae en la demagogia ni la sensiblería. Sino todo lo contrario.