Más allá de si la intención es entretener, dejar un mensaje o hablar de la naturaleza humana, una narración debe cumplir con dos requisitos fundamentales: una sólida estructura y un profundo desarrollo de personajes. Sin embargo, hay algunas propuestas que eligen darle más prioridad a uno que a otro. El riesgo que se corre es que uno se coma al otro. Ese parece ser el caso de Julia y el Zorro.
Carácter y Personaje
Julia es una actriz que recientemente ha enviudado y junto con su hija viajan a Córdoba para vender la casa de campo que era propiedad de dicho marido. Esta estadía temporal se alarga más de lo necesario, y Julia se pondrá en contacto con antiguos amigos de su profesión, al igual que deberá enfrentar la creciente adolescencia de su hija.
Julia y el Zorro es una de esas películas que, cuando terminan, sentís que conoces en tanta profundidad a un personaje que parece que lo conociste en persona y no en la pantalla de una sala. Las virtudes, los defectos, la alegría, la tristeza, el metraje no deja piedra sin voltear ni arista sin explorar de la complejidad de su protagonista.
Pero por loable y logrado que sea ese deseo de explorar un carácter, no se puede evitar señalar que la película no anda por un rumbo narrativo claro. Esa carencia es lo que contribuye a que el ritmo sea denso por momentos.
En materia visual Julia y el Zorrogoza de una rica fotografía y dirección de arte, con una marcada intención de que el escenario donde transcurre todo sea un personaje más de la película. En materia actoral, Umbra Colombose devora cada escena con su interpretación. Lo que era de por sí un personaje con una variedad de recursos con los que cualquier actor podría hacer un sólido despliegue de talento, se vuelve un ser humano completo de la mano de la enorme vida interior que le sabe insuflar la actriz.