En lo profundo del relato
Da gusto ver un film planeado desde cada imagen donde el más mínimo detalle, movimiento de cámara o elemento tienen un significado en función del relato. Pedro Almodóvar nos tiene acostumbrado a ese dominio absoluto del dispositivo cinematográfico en su obra, pero no sólo desde un manejo cerebral sino también mediante una sensibilidad única con aquello que cuenta.
Julieta (2016) es a simple vista un melodrama de madre, una definición que le queda corta a la película número veinte del realizador de Matador (1986). Porque si bien en ella se plantea un misterio acerca de la relación trágica entre una madre (Emma Suárez) y su hija (Blanca Parés), será la construcción simbólica de los elementos del relato (los colores -el siempre pasional rojo-, los mitológicos muñecos griegos, o el mar), aquello que otorga sentido al profundo destino de sus personajes.
Almodóvar va sembrando de este modo huellas en la película anticipándonos por dónde tenemos que “leerla”. Ya en los títulos de crédito dos letras coinciden en el color planteando la idea del doble pero no en el sentido hitchcockiano del término, aunque la película tenga un misterio con suspense acerca de los sucedido, sino en la repetición de situaciones por asociación visual al vincular a dos personas para describir su relación. Así Julieta (de joven personificada por Adriana Ugarte) tendrá un extraño intercambio de palabras con un hombre en el vagón de un tren (Tomás del Estal), que depara en los hechos futuros con el padre de su hija (Daniel Grao), mientras que el vínculo con su madre enferma/depresiva (Susi Sánchez) se reitera luego con su propia hija Antía, por citar dos casos.
Como buen director posmoderno que es, Almodóvar utiliza los recursos formales, materia expresiva del lenguaje del cine, en función de una historia cuya propuesta estética (los rojos en las prendas, vagones de tren, muñecos griegos que indican fertilidad, del mismo modo que las paredes de la cancha de basquet) representan el estado de ánimo de la protagonista (plena, quebrada, etc, en el caso de la pared). De igual manera las fotografías o cartas se rompen como las relaciones, y el mar sugiere recorrido o profundidad como cuenta la misma Julieta en una clase de literatura universal. Pequeñas huellas que sugieren caminos de lectura para el espectador atento.
Julieta es una película intimista sobre una mujer que debe purgar en su pasado para recomponer su relación con su hija, y para hacerlo escribe un diario en el que cuenta -y nos cuenta- los sucesos del pasado que la llevaron a distanciarse de ella. No falta el dolor, la angustia y la nostalgia hacia el paso del tiempo como destino inevitable de la existencia.
Quizás pueda criticársele al film el uso excesivo de ciertas metáforas y simbolismos, reiterando en demasía algunas ideas. Al igual que otros realizadores contemporáneos se aferran a la forma fílmica en desmedro de la verosimilitud de la narración forzando algunas situaciones. Sin embargo, el armado de las mismas es tan armonioso y sutil que no deja nunca de generar placer y deleite en su contemplación.
De las últimas películas de Pedro Almodóvar, entre las que se encuentran la sórdida La piel que habito (2011), la comedia ligera Los amantes pasajeros (2012) o el melodrama pasional Volver (2006), Julieta se parece más a esta última, por su colorida fotografía, por su femenina visión de mundo y por el acento puesto en la importancia de las relaciones familiares, tiernas y complejas a la vez. Un escenario conocido en el universo del cineasta sobre el que edifica sus inquietudes como autor.