Un Almodóvar en muletas.
Los films de Pedro Almodóvar siempre se han destacado por el color y el melodrama psicológico, sexual y excesivo. Este no es el caso de Julieta, ya que estamos ante una especie de Almodóvar a media máquina, con velocidad reducida aunque correcto.
Julieta sigue el drama de una madre que es abandonada por su hija de tan solo 18 años tras un accidente que cambió la vida de ambas. Varias subcapas de la trama van apareciendo en el transcurso del relato, algo a lo que nos tiene acostumbrados el español respecto de su manera de narrar. Así, sucesos que inicialmente no tienen explicación, luego solos van acomodándose y encontrando su causa.
Quizás hablamos de un Almodóvar más adulto y, como muchas veces se destaca, un tanto fatigado.
Por el lado argentino, Darío Grandinetti tiene una pequeña participación, muy fuera de tono con el resto del cast, y la “chica Almodóvar” Rossy de Palma apenas aparece como un plus.
Julieta en cierta manera viene a demostrar que el director puede crear un film desprejuiciado, en el que se nota su marca personal como en todos sus opus, pero muy alejado de la exaltación de sus mejores obras.