Siempre decimos “volvió Almodóvar”, pero no tenemos muy en claro dónde se había ido. Sus películas son cada vez más “de Almodóvar” sin que esto implique el viejo molde gráfico del color, el teselado y los maquillajes disparatados. Lo de don Pedro es el melodrama, siempre, incluso el que se esconde detrás del humor a veces bestial. En Julieta, ese humor ha desaparecido (aunque no la ironía). Película múltiple que habla del dolor y la pérdida, este film de mujeres tiene el defecto -muy frecuente en el director- de que su artificio aparece en primer plano. Y tiene el acierto -muy frecuente en el director- de contar las emociones de sus personajes con el corazón en la mano. Esa doble perspectiva, en un film especialmente doble, hace de Julieta un ejemplo de comprensión de personajes a través de la precisión en la puesta en escena. El trabajo de Adriana Ugarte como la joven Julieta es un imán, y no desmerece en lo más mínimo el de Emma Suárez. Las escenas en el tren, puro sueño, son bellísimas.