Hay películas sobre los que no hay nada para analizar. Se puede hablar de todo lo que se estrena en el cine, pero es probable que haya un alto porcentaje de productos sobre los que no se pueda reflexionar ni elucubrar grandes ideas, más que las inherentes a entender que “Jumanji: El siguiente nivel” es la segunda parte de una remake que tal vez nunca debió ocurrir. Sin embargo, una vez que la tuvimos entre nosotros descubrimos un par de elementos que funcionaron bien, como el acierto de conectar a las nuevas generaciones de gamers (jugadores de videojuegos) a partir de cuatro chicos que, quedándose después de hora en el colegio, son abducidos por una vieja consola para ingresar en la realidad virtual del juego que da nombre al título.
Lo otro que funcionó bien es el casting. Dwayne Johnson (que a su etapa de héroe de acción le agrega humor, y autoparodia a su figura), Jack Black, Kevin Hart y Karen Gillian tienen una química superlativa y fue el gran factor para que la antecesora generase empatía frente a un guión cuyo final se anticipa a minutos de comenzada la proyección.
¿Y la segunda parte? Exactamente lo mismo. Desde el punto de vista formal “Jumanji: El siguiente nivel” es casi una remake de la de hace dos años con algunos cambios menores, intrascendentes pero balanceados en aciertos y errores. En la lista del debe se incorpora por su falta de construcción y justificación, la pésima propuesta del guión por la cual uno de los chicos vuelve al juego al que había jurado no volver. En esa misma lista está también la repetición de gags, diálogos, y mejor no seguir.
En la otra lista (y aquí sí el guión propone una variante interesante) está la idea de incluir dos nuevos personajes: Eddie (Danny de Vito) y Milo (Danny Glover). Dos octogenarios. El primero es abuelo de uno de los chicos con la cadera a la miseria, y el segundo es su amigo y ex socio que insiste en querer disculparse por una vieja rencilla. Danny de Vito gana por afano en este duelo, y también lo hace Dwayne Johnson cuando debe, desde su personaje, emular al octogenario en movimientos y forma de hablar.
Claro que la película desperdicia la chance de profundizar este vínculo y lo reduce a una revelación y una serie de chistes sobre el contraste entre el cuerpo joven y uno deteriorado por la edad. No obstante, es el elenco completo el que se pone al hombro lo repetitivo del argumento y lo saca adelante a puro humor. Lo dicho antes, hay películas sobre las que no hay nada para analizar. Imagínese lo que será cuando, respuesta de taquilla mediante, se estrene la tercera que sin eufemismos se anuncia en la escena post créditos.