Explicaciones forzadas
El cine, el buen cine, siempre es metáfora, siempre es un “juego en el que entramos”, incluso impotentes en la butaca. Aquí, cada vez más, esa cuestión se subraya.
Poner el número “3” es un poco tramposo, dado que esta película es secuela de la “Jumanji” de hace un par de años. Otra vez un grupo de personajes entra dentro de un juego, otra vez tienen que resolver problemas tremendos para poder salir de él, y otra vez esos “problemas tremendos” tienen como único fin que establezcan lazos de solidaridad y comprensión, un cambio personal que los transforme en otra cosa.
Por supuesto que se trata de una película divertida con todo lo que ello implica, y por supuesto que la aventura física está bien hecha. Por supuesto, también, que los actores comprenden bien sus personajes (Jake Kasdan entiende cómo construir gente creíble y querible en la pantalla).
Pero el esquema muestra esta vez una tara, cuya responsabilidad es menos la reiteración que la necesidad de que todo quede claro. El cine, el buen cine, siempre es metáfora, siempre es un “juego en el que entramos”, incluso impotentes en la butaca. Aquí, cada vez más, esa cuestión se subraya.
Y se subraya el asunto inclusión+empatía, entender al otro siendo otro. Aquí además de cambios de género hay cambios de edad (viejos que son jóvenes) lo que implica tratar el valor del tiempo. Pero se nota forzado, como si cada “Jumanji” consistiera en explicarnos que debemos ponernos en el lugar del otro. Tal insistencia disuelve la diversión y no nos deja pensar solos.