Está visto que la moda de remakes / reimaginaciones / reboots es una tendencia imparable en Hollywood. Después de todo el aliciente es que tienen un trabajo de marketing ya pre-hecho – todos conocen de antemano a una determinada película o serie, así que no hay que gastar tanto como cuando se quiere vender un producto totalmente nuevo -. Yo estoy absolutamente en contra de las remakes de clásicos indisputables – desde los proyectos de americanizar Akira y hacerla live action hasta Robocop (aunque la versión 2014 no era totalmente mala) -, pero hay otras películas que tienen una fama sobreinflada. La versión femenina de Ghostbusters me pareció muy graciosa y no es como dice el clamor popular “que le violaron los recuerdos de la niñez”. La primera Ghostbusters tampoco era una película suprema, sino una cosa estirada con un Don Murray denso, y que tenía un final espectacular que compensaba todo. Es cierto que cuando uno es niño la impresión es mayor, pero viendo la película original ahora de adulto uno ve que los méritos son menores – no quita su valor histórico, como el de ser un super blockbuster anunciado un año antes de su estreno -. Algo parecido pasa con Jumanji: a mi no me parece un clásico intocable, apenas era una buena película de matineé con algunos efectos especiales horrendos (era el albor de los CGI así que los monos y los leones no se veían reales ni por asomo) y un Robin Williams pasado de rosca. Es muy muy superior – en términos de historia, suspenso y equilibrio – la seudo secuela Zathura dirigida por Jon Favreau que el original de Joe Johnston. Pero todo el mundo disfrutaba de Williams haciendo morisquetas y como era la que había empezado todo…
Si la mala onda que ocurría con Ghostbusters 2016 estaba presente al anunciar una nueva Jumanji, las buenas nuevas es que la secuela / reimaginación 2017 es muy superior a lo esperado (e incluso mejor que la original). Tampoco es la super película, solo es una aventura plagada de momentos simpáticos y dotada de un cast de comediantes de lujo que realzan lo que sugiere la trama. Pongan a otro tipo que no sea Dwayne Johnson a decir las líneas con “intensidad ardiente” (uno de los perks de su personaje dentro del videojuego) y la cosa hubiera resultado insípida. También es cierto que la Roca no está solo: la química del grupo es genial y se conforma con Jack Black (que hace de adolescente snob atrapada en el cuerpo de su personaje, un obeso arqueólogo, y que es un ladrón de escenas constante) y el encanto de Karen Gillan, la muchacha nerd ultra tímida que se despierta como un clon super hot de Lara Croft, una femme fatale exterminadora de asesinos que, cada vez que hace una proeza, abre los ojos como dos platos. Hasta el usualmente anodino Kevin Hart brilla, como el matón de la escuela que ahora descubre que está atrapado en el cuerpo de un moreno super petiso.
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Ciertamente el principio está ok pero los actores que hacen de adolescentes no son un prodigio de carisma. Esto es básicamente El Club de los Cinco encuentra La Dimensión Desconocida, con un montón de parias absorbidos por un videojuego con poderes mágicos. Deben completar la misión para regresar al mundo real, amén de vencer al rey de los cazadores (el personaje de Bobby Cannavale es el mismo cazador de salacot que perseguía a Williams en el original de 1995, si no me equivoco) quien posee una joya mágica con la cual puede dominar a todos los animales. Johnson recupera la joya y debe devolverla a su templo original, con lo cual deben pasar peripecias de todo tipo y son perseguidos por los esbirros de Cannavale.
El chiste del asunto es ver a estos soberbios actores hacer de pendex traumados, inseguros, llenos de tics, que siguen comportándose como si estuvieran en la secundaria. Jack Black descubriendo que tiene pene, Kevin Hart queriendo prepotear a la Roca como si aún fuera el urso que era en la escuela, Hart quejándose de todo, o el bizarro romance que surge entre Johnson y Gillian (que da para una memorable escena de beso). Pero la cosa funciona por ráfagas, ya sea el humor o la acción, con lo cual está ok y uno se divierte con alguna carcajada fuerte de vez en cuando.
Jumanji: En la Selva está muy bien y es recomendable. No es guau, está mejor que el original, pero tiene chispa suficiente para ser entretenida. Y como resultó un taquillazo salido de la nada (arañó los 800 palos verdes de recaudación, casi lo mismo que una pelicula Marvel), desde ya la secuela está garantizada. Lo único que pido es que aceiten un poco mejor los mecanismos para que las escenas de la escuela tengan tanta gracia como las de la selva, o al menos sean mas breves como para pasar a lo que nos interesa (actores gigantes haciendo de adolescentes idiotas y escapando de un peligro tras otro) en poco tiempo y con mayor disfrute.