A SU JUEGO LOS LLAMARON
Esperábamos un mamarracho, pero salimos con una sonrisa y una agradable experiencia aventurera.
Desde el momento que anunciaron esta secuela/remake/lo que sea de la película de 1995, protagonizada por Robin Williams, muchos revolearon los ojos y pensaron que les iban a arruinar la infancia. Lo cierto es que la reimaginación de estos “clásicos” ochentosos y noventosos ya es un flagelo de nuestros días y una consecuencia directa de la falta de ideas en Hollywood, pero el director Jake Kasdan (uno de los hijos del legendario realizador Lawrence Kasdan) logró darle una vuelta de tuerca a la adaptación del libro infantil de Chris Van Allsburg, y convertir a “Jumanji: En la Selva” (Jumanji: Welcome to the Jungle, 2017) en una aventura familiar muy diferente.
Todo arranca en 1996 en una playa de New Hampshire, donde el joven Alex Vreeke recibe el famoso juego de mesa de manos de su papá, pero este lo descarta de inmediato. Mágicamente se convierte en el cartucho de un videojuego, algo que sí llama la atención del jovencito, quien desaparece misteriosamente una vez que decide jugar a Jumanji.
Veinte años después cuatro estudiantes de la zona terminan en detención por diferentes motivos: Spencer, el nerd, que para ganarse la amistad de su amigo Anthony, decidió ayudarlo con la tarea. El mismo Tony por copiarse; Bethany, la chica egoísta y popular que no logra soltar el celular; y Martha, la marginada social que le faltó el respeto a unas de sus maestras. Los cuatro deben cumplir con su castigo, pero se cruzan con la consola y el juego listo para ser jugado.
¿Adivinan? Los chicos son teletrasportados al medio de la selva, pero ya no son tan chicos, sino que adoptaron la personalidad, habilidades y aspecto de aquellos avatares que eligieron para jugar; curiosamente, en total oposición a los suyos. Spencer se convierte en el musculoso explorador Smolder Bravestone (Dwayne Johnson); Anthony en el zoólogo Franklin "Mouse" Finbar (Kevin Hart); Bethany en el cartógrafo Sheldon "Shelly" Oberon (Jack Black); y Martha en la bella experta en artes marciales Ruby Roundhouse (Karen Gillan). Su misión: salvar a Jumanji de una maldición y recuperar “el ojo del jaguar”, una joya que permite al malvado de esta historia (Bobby Cannavale) controlar la mente de todos los animales.
Esto es un juego y se rige por sus reglas. Los chicos tienen diferentes obstáculos y pequeñas tareas que cumplir antes de llegar al final para poder regresar a casa, pero la jungla está llena de peligros y sólo tienen tres vidas cada uno, algunas herramientas y sus destrezas (y debilidades) que deberán poner a prueba si quieren salir sanos y salvos.
Lo principal, deben aprender a respetarse y trabajar en equipo, pero también aceptarse como son y entender las diferencias de los otros, y todos esos mensajes lindos que necesitan los más púberes. En ese sentido, “Jumanji: En la Selva” es una aventura bien clásica, con mucho humor y algunas referencias noventeras, sobre todo a los estereotipos caducos de aquella época, como la sexualizada Ruby/Lara Croft, que puede molestar en una primera pasada, pero va adquiriendo sentido escena tras escena.
Igual, a no confundirse. “Jumanji: En la Selva” no puede escapar de los lugares comunes del relato y cierta fórmula de las películas adolescentes (mucho homenaje a “El Club de los Cinco”), aunque acá cambié a sus verdaderos protagonistas por versiones adultas (y actores) que son un cliché en sí mismos. Esto va para Johnson y Hart, encasillados en los mismos papeles desde siempre. Muchos más simpáticos son los roles de Black y Gillan, los dos peces (léase avatares) que más están fuera del agua.
Por lo demás, la aventura no dista de cualquiera de las clásicas de Indiana Jones, aunque mucho más berreta (hasta la musiquita se parece), que intenta emular al fichín a toda costa, muchas veces de formas geniales, y otras tantas con total falta de coherencia cuando rompe su propio universo y sus reglas; ejemplo de ello es el punto de vista del villano, un personaje que sólo forma parte del juego.
Detalles que le restan puntos a una película por lo demás disfrutable, muy entretenida, correcta, con mucha acción y comedia, y tal vez demasiadas moralejas forzadas. Kasdan y sus guionistas redoblan la apuesta y, en vez de llevar el juego a los jugadores, deciden que formen parte del mismo viviendo las aventuras en carne propia, o algo por el estilo. Pero en el afán por no parecerse a la película original dejan escapar cositas que se podrían haber incluido, y así la historia (y el juego) es completamente distinto, salvo alguna que otra pequeñísima referencia.
La clave está en el equilibrio, pero ahí es donde “Jumanji: En la Selva” se desbalancea. Igualmente, el resultado es positivo y augura alguna que otra secuela, un futuro más prometedor del que cualquiera hubiese imaginado cuando se anunció esta reversión de aquel clásico de los noventa.