Cuatro adolescentes (un nerd, una chica sexy, una chica tímida y un deportista musculoso) son absorbidos por Jumanji en versión videojuego, y en el mundo virtual son todo lo contrario que en el real. Puede el lector sentir que vienen lecciones de vida, y sí, pero esto es tanto “hay que resolver este juego mortal” como El club de los cinco, aunque sean cuatro. Primera virtud: se resuelve en cien minutos, a esta altura del cine un cortometraje para esta clase de espectáculos. Segunda: el humor funciona. Tercera: las escenas de acción valen la pena. Cuarta: los actores entienden absolutamente el juego, se divierten y comparten con el espectador esa diversión. Quinta: nadie mira a los personajes por encima del hombro, sino que en la liviandad propia de esta clase de relatos, se les confiere una humanidad y una simpatía por encima de la media. Y además Dwayne Johnson es el tipo más carismático del cine: a veces da la impresión de que piensa “qué suerte tengo, yo no soy actor y acá la paso bien... vengan conmigo” y eso lo hace tremendamente amigable. Si los chicos le piden ir, vaya sin miedo. Y si no, también.