Patear el tablero
El primer grato recuerdo de Jumanji (1995) sin lugar a dudas se lo lleva Robin Williams, actor con mayúsculas que a fuerza de histrionismo y naturaleza levantaba cualquier película mediocre con apenas tres o cuatro escenas donde se le daba libertad en su composición de personajes. Era sumamente anecdótica la película que abusaba de los malos efectos digitales y trasladaba las aventuras de un juego de tablero a la realidad de los participantes, sembrando todo tipo de caos en la casa y aledaños.
Pero como suele ocurrir en plena decadencia, Hollywood recurre a este tipo de fórmulas bajo el operativo reciclaje y “aggiornamiento” en constante añoranza de éxitos noventeros y hasta ochentosos, productos que no encuentran su público más allá de los nostálgicos de generaciones anteriores. Lo cierto es que los millenials se aburren con este tipo de propuestas a veces por su infantilismo incipiente y otras sencillamente porque no logran vencer la inercia de la inmediatez que propone por ejemplo un video juego de play station. Tampoco los más chicos compran con ojos cerrados películas de este calibre, mezcla de aventuras, humor y un elenco de figuritas convocantes como Dwayne Johnson reconocido como La Roca, actor cumplidor si los hay en su modo autoparodia, el siempre eficiente Jack Black y un alivio cómico de la talla de Kevin Hart para que el convite al menos no defraude.
Así las cosas, el renovado Jumanji, en la selva dista mucho de ser una secuela y su parte renovada intenta agregar a la lógica del juego de tablero que cobra vida una versión más electrónica porque aquí es un obsoleto juego de consola que los nuevos jugadores encuentran mientras cumplen su castigo de detención escolar. La acción nos traslada automáticamente al nuevo tablero: Selva tropical, peligros con animales salvajes, un villano poco interesante y poco desarrollado y una piedra preciosa que es la clave para ganar el juego y volver al presente, siempre y cuando se conserve una de las tres vidas que otorga el juego.
El humor llega cuando cada jugador adolescente, tras elegir su ávatar con habilidades y debilidades, encuentra su correspondiente elección en otros cuerpos. Incluido Jack Black, otrora chica adolescente malcriada, y claro está La Roca, en su versión carne y hueso un adolescente nerd y cobarde.
Nada más se puede agregar a una aventura simple, con pocas escenas destacables y de excesiva duración. Habría que patear el tablero Jumanji de una vez por todas.