Nueva vida para un clásico.
En 1995 se estrenó Jumanji, película dirigida por Joe Johnston y protagonizada por Robin Williams. Veintidós años después, aquella pequeña película sigue siendo divertida, original y muy emocionante. Tal vez la filmografía de Johnston merece ya ser reivindicada como corresponde. Hasta Robin Williams estaba sobrio en aquel film. Estamos en el 2017 y la idea de cuatro chicos jugando un simple juego de tablero parece que ya no es suficiente. Ni el tablero ni los niños. Por eso con una vuelta de tuerca que funciona razonablemente bien, aquel tablero mágico consigue transformarse en un videojuego y así obligar a nuevos jugadores a ser parte de la peligrosa aventura. Pero claro, al ser un videojuego, el juego no sale a la realidad, sino que los cuatro adolescentes rebeldes (están en detención cuando descubren el juego) eligen personajes y se meten en el videojuego. Una vez más, ellos no saben lo que va a pasar y se sorprenden cuando no solo quedan dentro del juego, sino que además tienen los cuerpos de los personajes elegidos.
Estos cuerpos elegidos darán pie a varios chistes, graciosos pero repetitivos, como gran parte de la película. Aunque el esfuerzo por lograr dotar de vida a esta secuela es grande y los actores ponen todo lo que tienen para lograr el objetivo, el guión delata falta de ideas y limitaciones que no le permiten a la película alcanzar nunca verdadera grandeza. Es divertida, tiene buenos momentos, es espectacular y resulta en muchos niveles un homenaje pero también una reflexión sobre los videojuegos. Algunos detalles de melancolía en el final no consigue convertirla en un equivalente del film de 1995, pero le algo de dignidad frente al peligro de una secuela tan tardía.