Jaume Collet-Serra, el director catalán de La huérfana, Desconocido, Non-Stop: Sin escalas, Una noche para sobrevivir, Miedo profundo y El pasajero, fue contratado para que filmara esta película de aventuras inspirada en la popular atracción de Disney World y Disneyland (todo queda dentro del mismo holding). El resultado es un film de indudable espectacularidad, pero que al mismo tiempo carece de vuelo propio y luce demasiado pendiente de fórmulas ya probadas por franquicias previas. Dwayne Johnson y Emily Blunt funcionan mejor como pareja cómica que en el terreno romántico.
Lo primero que se le ocurrirá a cualquier crítico es hacer alguna analogía entre el resultado de esta película y la atracción de los parques de Disney que sirvió de inspiración. Lo segundo, advertir de los múltiples elementos que este guion de Michael Green, Glenn Ficarra y John Requa tomó “prestados” de las sagas de Piratas del Caribe, La Momia e Indiana Jones (los cinéfilos más curtidos podrán encontrar también algunos ecos de Aguirre, la ira de Dios, de Werner Herzog; y La Reina Africana, de John Huston). Todo eso es muy cierto y muy válido.
Lo concreto es que esta película dirigida por el barcelonés Jaume Collet-Serra tiene un comienzo prometedor con mucho de comedia física, un slapstick construido con fluidez y ligereza en el ámbito de una exclusiva y machista sociedad científica londinense de 1916 con la doctora (investigadora y exploradora) Lily Houghton (Emily Blunt) como protagonista.
Lily y su hermano MacGregor (Jack Whitehall); ella pura audacia y adrenalina; él, conservador torpe y contenido, terminarán en el Amazonas brasileño con el objetivo de recuperar una flor mágica y superpoderosa que muchos han anhelado desde la época de la Conquista. Es el McGuffin para que ambos terminen contratando al capitán Frank Wolff (Dwayne Johnson), un auténtico chanta simpático que sobrevive a fuerza de engaños y está lleno de deudas, para que los conduzca en su destartlado barco.
El problema de Jungle Cruise es que, a medida en que la barcaza avanza y los más de 120 minutos se acumulan, la narración se vuelve más ampulosa y menos inspirada. Es un farragoso festival de efectos digitales (por momentos parece un film de animación con unos actores incrustados cual si fueran LeBron James en Space Jam) al que el carisma de Blunt y La Roca intentan salvar con resulados más logrados en términos de humor que de química romántica. Al menos Blunt tiene la oportunidad de mostrar todo su histrionismo, ya que en culquiera de las escenas habla más que en toda la saga de Un lugar en silencio.
Hay una sucesión de malvados famosos (el príncipe Joachim de Jesse Plemons, el Nilo de Paul Giamatti, el Aguirre de Edgar Ramírez) que poco pueden hacer para exceder el marco de la caricatura. Así, más allá de su mirada ecologista y revisionista, Jungle Cruise termina siendo una sucesión un poco forzada y calculada de escenas de acción con más espectacularidad que emoción. Una incursión artificiosa alejada de la mejor tradición del cine de aventuras.