Pablo Solarz no logra dar vida a la historia de un guionista obseso
Las preocupaciones cotidianas suelen, a veces, interrumpir la existencia de los hombres. Esto, precisamente, es lo que le ocurre a Javier, un guionista de cine que está tratando de crear un libreto que llevará a la pantalla grande. Se mantiene apartado de todo lo que lo rodea y sus desconexiones con la realidad le hacen ignorar a su esposa, dejar de lado a su madre y mantenerse constantemente frente a su computadora para dar existencia a una historia de trágico sabor. Su mujer trata de sacarlo de ese micromundo que lo asfixia, pero él no puede dejar de lado su alocada pasión por concluir con su tarea, ni siquiera cuando ella le dice que tuvo una aventura amorosa con un vecino.
El director y guionista Pablo Solarz se deja atrapar por ese constante ir y venir que trata de convertir al film en un ejemplo de cómo la exacerbación de una idea puede convertir en autómata a un hombre. Por momentos el relato logra algunas pinceladas de humor, pero no alcanzan para imbuir de veracidad a tantas desventuras de su figura central, a la que Peto Menahem trata de pintar con brochazos por momentos exagerados. Malena Solda, en cambio, sale airosa de su compromiso de esposa ignorada.