El camino del eterno retorno
Javier es un talentoso y ensimismado guionista de cine que ha utilizado siempre la imaginación para superar la sordidez de una realidad demasiado insoportable para un espíritu poético y dañado como el suyo.
El relato de Juntos para siempre comienza cuando su pareja, Lucia, decide abandonarlo, pero lejos de deprimirse Javier sustituye ese mismo día a Lucia por la secretaria de su dentista, Laura.
La sustitución es literal no sólo porque la muchacha acepta que él la llame Lucía, (acepta vestirse con la ropa de la ex-pareja que Javier todavía conserva) sino que Laura comienza a mimetizarse con la Lucía que Javier proyecta como ideal.
El film abunda en grandes actuaciones, aunque vale la pena destacar las excelentes y sutiles interpretaciones tanto de Peto Menahem como Florencia Peña. La inexpresividad –expresiva- de Menahem contrasta, sin embargo, con esos ataques de sinceridad patéticos y fulminantes que despliega en la escena. Por su parte, Peña nos sorprende con una caracterización atípica, no desde lo superficial de la imagen, sino desde la profundidad de su psicología: la imagen excesiva y grandilocuente, estertórea en cuerpo y voz, a la que nos tiene acostumbrados la actriz en el medio televisivo son sólo una carcasa, una mera apariencia, que se desmorona ante la contundente sinceridad de Javier.
Luego de estas pronunciaciones se desbarranca toda la impostura de su voz, de su carácter y queda únicamente la tremenda y conmovedora vulnerabilidad de un ser tan necesitado de amor que es capaz de renunciar a su identidad a cambio de sentirse amada.
Especialmente logrados resultan los diversos paralelos que se pueden establecer entre la biografía de Javier y la ficción que él va perfeccionando en la medida en que el enunciador del film (encarnado por la madre de Javier) va develando la propia historia del guionista.
Podríamos denominar a este paralelismo fundamental el disfrazar el presente de pasado. Este paralelismo se da en dos direcciones: en la dirección de la historia romántica que el film relata, donde el protagonista pretende transformar a Laura (su presente) en Lucía (su amor ya pasado); y por otra parte tenemos un doble paralelismo sobre un mismo eje relacionado con la biografía de Javier y su historia de abandonos, donde encontramos nuevamente esta idea de maquillar el presente con las formas de pasado: el abandono de Lucía/abandono de la familia por parte del padre en la ficción inventada por el escritor (presente de Javier) por el abandono padecido por Javier por parte, primero de su padre biológico y finalmente de su padre adoptivo (pasado del protagonista).
A través de estos paralelismos y superposiciones de los acontecimientos, el protagonista aparece como condenado a repetir en la realidad y en la ficción una y otra vez la misma historia: primero como víctima y luego como victimario.