Douglas y Keaton jerarquizan módica comedia romántica
La chispa no puede durar para toda la vida, y esto no tiene nada que ver con el romance que los veteranos Michael Douglas y Diane Keaton van a encontrar sin mayores problemas en esta comedia romántica de la tercera edad, sino más bien con el talento de Rob Reiner. Es que el director que hizo reír a carcajadas al público con comedias como "Cuando Harry conoció a Sally" o "This is Spinal Tap", y que incluso supo aterrorizarlo con una brillante adaptación de Stephen King como "Misery", hace rato que no se juega demasiado en ninguno de sus proyectos y parece limitarse a darle al espectador más o menos lo que espera de películas como ésta, que parecen escritas y filmadas en piloto automático.
De todos modos, hay que reconocer que el piloto automático de Reiner es bastante mejor que mucho de lo que se filma actualmente, sobre todo si cuenta con dos protagonistas del nivel de Douglas y Keaton. Aquí ambos son viudos y vecinos, no muy simpáticos uno con el otro en un principio, aunque como el espectador sospecha, las cosas se endulzarán con el paso de cada escena. El detonante para que este hombre de negocios interesado sólo en sus asuntos y esta viuda decidida a convertirse en cantante de jazz puedan intimar es la aparición del hijo drogadicto de Douglas con una nieta que su abuelo no conocía, pero que le deja a su cuidado de buenas a primeras. La nena, interpretada por Sterling Jerins (la hija de Brad Pitt en "Guerra mundial Z") no sólo provoca el previsible acercamiento romántico entre la pareja estelar, sino que además aporta algunas buenas situaciones cómicas que no por poco originales dejan de resultar divertidas.
Por lo demás, la fotografía es muy buena, igual que la música, y tal vez la única sorpresa en la película sea el cameo del cantante de los Four Seasons, Frankie Valli.