Rob Reiner fue uno de los representantes del cambio en la comedia romántica junto a sus colegas Nora Ephron y se quiere Garry Marshal allá por fines de los 80 y los ’90, personajes carismáticos que significaban al ciudadano/a estadounidense tipo que se sacaban chispa en los diálogos mientras pasaban del odio/indiferencia al amor.
De ese hombre que manejaba con maestría el diálogo rápido y el humor ácido (que también demostró en joyas como Spinal Tap o la subvalorada North) ya quedan sólo las sombras. Quizás el último film de él que recuerde aquella etapa sea Nuestro amor de 1999. Pero aun así, con las sombras de lo que fue, le alcanza para demostrar una mano firme en la dirección de comedias americanas que muchos de los nuevos representantes no parecen tener.
Comedia para mayores, esa es la clave de Juntos… pero no tanto. Para un público que no busca un humor contestatario, rebelde, escatológico, o vulgar, que pretende ver gente mayor actuando como lo que son aunque llenos de vitalidad, por qué no, ver una como las de antes.
El protagonista es Oren (Michael Douglas en el papel que lo vemos hacer siempre y lo aceptamos), un agente de bienes raíces que está esperando una gran venta para jubilarse. Parco, ácido, malhumorado, curtido por la vida (es viudo) y por el trabajo que lo obliga a mentir, y así y todo, seductor, sino no sería Michael Douglas.
Al hombre le cae una nieta del cielo (Sterling Jerings) cuando su hijo con el que está distanciado, se la presenta y la deja a su cuidado. Pero él no quiere saber nada de cuidar a un niño, y es ahí cuando interviene Leah (Diane Keaton en el mismo plan de viejita canchera conservadora que viene haciendo desde que se alejó de Woody Allen) su vecina con la que se lleva mal pero que le vendrá como anillo al dedo para que se encargue de la nena.
Oren es mañoso y odioso, Leah es amable y canta en bares para escapar de la rutina (¿esto no lo vimos en Last Vegas? En fin), pero cuando empiecen a ceder (sí, Alguien tiene que ceder) nacerá lo que el público espera.
Juntos… pero no tanto no escapa ni quiere a todos los lugares comunes, no busca trascender, ni menos ser original. Es producto amable, entretenido si se aceptan sus reglas, y que por lo tanto, se puede adelantar todo lo que sucederá desde el minuto uno.
¿Qué tiene situaciones traídas de los pelos? ¿Qué los actores sólo hacen lo que ya saben hacer y en menor medida que otras veces? Es cierto, así como también que con oficio se tapa algún bache y que con química se disimul alguna incongruencia.
Reiner logra un film entretenido, como si el también estuviese en la misma etapa que sus protagonistas (de hecho en edad lo está), y ya no va a hacer Cuenta conmigo o Esto es Spinal Tap, es un director relajado, que trabaja con el manual, y parece lograr diversión en el set de filmación, pero con eso, con producto conscientemente menor, le alcanza para ser algo más logrado que mucha comedia impostádamente moderna.