El director Rob Reiner, es el responsable de “Cuando Harry conoció a Sally” (1989), conocido desde entonces como un hacedor de comedias románticas. Han pasado 25 años de aquella genial comedia, hoy ya calificada en el orden de un clásico del género.
Nunca más obtuvo éxito en este tipo de filmes, ni “Mi querido Presidente” (1995), ni “Antes de partir” (2007), esta ultima tomada como comedia dramática. En cambio sí cuenta en su haber con logros de otra naturaleza, en dramas como “Cuenta Conmigo” (1986), o thrillers como “Misery” (1990).
“Solos…pero no tanto”, su última incursión, entra dentro de la variable puesta de moda con los romances otoñales en tono de comedia, donde los protagonistas entrados ya en una edad más cerca del balance que de la producción, vuelven a tener acceso a “Esa cosita loca llamada amor” (Gracias Freddy Mercury).
A la sazón se puede decir que es un director que conoce su oficio, sabe contar, domina los tiempos narrativos para cada situación, entonces ¿Qué es lo que falla?
En principi, y a primera vista, el guión: Ya no aparece la rubrica de Nora Ephron, sino el autor Mark Andrus, el mismo de “Mejor imposible” (1997), dirigida por James L: Brooks, y la referencia es valida en tanto y en cuanto ambos textos tienen demasiado en común.
Ya no es un escritor famoso, obsesivo y huraño, sino un corredor de inmobiliaria rico e intratable.
Ya no esta la joven mesera con una vida complicada, sino una mujer mayor, ex actriz, ahora cantante, en el difícil trance de sostenerse en la misma vida que supo tener.
La historia gira alrededor de Oren Little (Michael Douglas), un agente inmobiliario, viudo reciente, que sabe como actuar para que todos lo odien, cuando en realidad el objetivo es que nadie se acerque demasiado. Por lo que es intencionalmente irónico, sarcástico, desaprensivo, un misántropo de libro, a todos trata por igual, salvo una pequeña diferencia que establece con Leah (Diane Keeton), vecina a la cual demuestra un poco de amabilidad
Lo único que él desea es vender una última casa, su casa de toda la vida, para retirarse a vivir lo más alejado posible de la gente, para que lo dejen en paz.
Pero la vida de Oren da un giro inesperado, pues así tiene que ser según el catalogo del buen cine de formula industrial hollywoodense, cuando su hijo, de quien estaba distanciado, se presenta súbitamente y le pide que cuide temporalmente de Sarah (Sterling Jerins), su nieta de 9 años, de cuya existencia nada sabia.
Contra su voluntad y forzado por la situación, su hijo ha sido hallado culpable de un delito financiero e irá a la cárcel para cumplir una leve condena, Oren accede cuidar de la niña. Prontamente encuentra en su vecina Leah a la persona perfecta para acoplarle la niña.
Esta situación hará que la relación entre ambos adultos mayores sea más asidua y permitirá que Leah acceda a la intimidad de las razones de ser de su vecino y arrendador. Del mismo modo, supuestamente de a poco, y por que nada es lo que parece, Oren empezará a exponer su corazón a su familia, a Leah,, a Sarah, a su hijo, y a encontrarle una segunda oportunidad a la vida misma.
¿Ya se dio cuenta como sigue y termina?
Dije supuestamente de a poco pues si bien los tiempos en cuanto a estructura están respetados, no así los tiempos de desarrollo y recorrido del personaje, debido a que los cambios son muy abruptos, no están plenamente justificados, y para colmo son la previsibilidad hecha relato.
Los rubros técnicos son correctos, la dirección de arte, incluida la la música acompañando siempre el clima que se despliega en la imagen; el guión que da la sensación de poco esfuerzo, salvo algunos diálogos chispeantes.
Lo mejor se encuentra en las protagonistas femeninas. Nadie va a descubrir nada de Diane Keaton, perfecta y creíble en su personaje; una sorpresa la pequeña Sterling Jerins, con ya seis títulos en su haber de actriz; y Michael Douglas, quien muestra oficio para jugar la comedia. Pero no mucho más que eso.
Una producción que tiene futuro de olvido irremediable