Regresa otra entrega jurásica, y no escatima en despliegue tanto de actores (están presentes todos los que alguna vez formaron parte de este mundo fantástico); como desde la acción y lo visual. Nuestros bichotes jurásicos siguen clasificados y tan realistas como siempre, inclusive en esta secuela hay una nueva especie carnívora, que viene a disputar el territorio al ya famoso, y añorado, Tyrannosaurus rex.
La historia transcurre unos años después de la destrucción de Isla Nublar, que contenía a todas las especies de dinosaurios. Por lo que estamos en una instancia, en donde estos animales están desparramados por todo el planeta y ¿conviven? con los humanos. O sea, los pacifistas y vegetarianos son los más amables; pero los carnívoros y con temperamento agresivo, siguen causando estragos.
En medio de este entorno, donde la especulación científica y el mercado negro están a la orden del día, Claire (Bryce Dallas Howard) trata de rescatar dinosaurios en cautiverio, junto a su amado Owen (Chris Pratt), quien sigue tratando de domesticar a las bestias para preservar a la especie. Ambos están a cargo de una adolescente Maisie (Isabella Sermon), la nieta clonada de Benjamin Lockwood, quien es buscada fervientemente por la corporación BioSyn, que ha creado un santuario para los dinosaurios, supuestamente con fines beneficiosos.
Por otro lado, reaparece Ellie Sattler (Laura Dern), quien investiga una extraña mutación de langostas, que están arrasando los cultivos; y se conecta con su antiguo amigo Alan Grant (Sam Neill) para que la ayude a hallar evidencias. Lo cierto es que toda esta coralidad de personajes, confluirá en el santuario de BioSyn por distintas motivaciones, pero con un mismo fin.
La secuela cambia un poco de rumbo en cuanto a sus antecesoras, y si bien aquí los dinosaurios están presentes, no tienen tanto protagonismo. La narración está a favor de las escenas de acción, como si estuviéramos en una especie de Misión Imposible, pero con dinos interfiriendo en las persecuciones letales. Mucha adrenalina, mucha historia y mucha nostalgia, para dejar a un lado el asombro y el terror que antes provocaba la sola presencia de los amiguitos jurásicos.
Si bien es cierto que ahora los dinosaurios están más naturalizados en la sociedad, el caos y descontrol que generan es intrínseco. Pero esto es dejado de lado, para además de la acción poner en relieve ciertas cuestiones morales en torno a la manipulación genética; una bajada un tanto demagógica. La película entretiene, pero no deslumbra. Es un tanto repetitiva en cuanto sus tópicos anteriores, por lo que no estamos ante el comienzo de una nueva etapa jurásica. Está más centrada en el espectáculo propiamente dicho, restando importancia a su eje dramático y su conceptualización.