Todo lo fresco e intenso que tenía el reboot / secuela Jurassic World (última iteración de la saga jurásica comenzada por Steven Spielberg en 1993) termina diluído en Jurassic World: El Reino Caído. No solo refrita cosas de The Lost World, sino que se mete en un berenjenal en la segunda parte y no logra salir bien parado. Y para colmo comete el pecado de desperdiciar a Jeff Goldblum – regresando a la saga como Ian Malcolm – en un cameo sacrílegamente anónimo, despojado de esas goldblumeadas que lo hacen memorable (vean sino la participación de Jeff en Thor: Ragnarok, donde conserva intacto todo su mojo) y poniendo en su boca conclusiones obvias.
Por supuesto uno sigue enamorado de Bryce Dallas Howard. Pelirroja, morruda, bonita, buena actriz… y una que ha tenido una carrera a los tumbos, lo cual no debería haberle pasado ya que tiene belleza y personalidad. Pero Jurassic World era su hora del estrellato y acá está de vuelta, convertida en una heroína de acción 100% aunque la historia se lleve a las trompadas con la lógica. Porque los absurdos abundan en Jurassic World: El Reino Caído, ya sea el cómo John Hammond se le ocurrió construir un parque de costo billonario en una isla volcánica a punto de explotar, cómo había un socio secreto de Hammond que nunca conocimos en todas las películas anteriores, cómo la gente logra sobrevivir las nubes piroclásticas como si fuera el humito de un asado (cuando deberían cocinarte vivo), cómo el personaje de la Howard sigue libre cuando debería estar tras las rejas y con juicios billonarios debido a su negligencia en el manejo de la crisis de Jurassic World que terminó con decenas de personas devoradas, clones que salen de la nada, y el punto mas estúpido es el del uso de dinosaurios como armas teledirigidas. Como dijo un crítico, si el raptor ataca a donde uno dirige un láser y emite un sonido… ¿no es mas simple hacer lo mismo con un rifle, disparar una bala y gastar un par de dólares en un proyectil de plomo que en vez de un bicho creado en un laboratorio y que sale un par de decenas de millones de verdes?. Aparte que los dinosaurios no son inmunes a las balas, off course.
La primera parte es El Mundo Perdido: Jurassic Park II reciclado. Acá hay que salvar a los bichos porque el único volcán de la isla (!!) va a estallar, y piensan llevar los especímenes a tierra firme… sin acordarse que existe el sitio B, la isla donde creaban los clones y que fuera presentada en Jurassic Park III. La Howard, libre de cargos, dirige una fundación para salvarlos antes que los bichos se achicharren y para ello vuelve a reclutar a Chris Pratt, el que no tenía nada mejor que hacer que construir una cabaña en un lugar paradisíaco. A Howard y Pratt los apoya un siniestro CEO (Rafe Spall), que sale de la nada y representa los intereses de un ex socio de Hammond. El tipo pone toda la viyuya, van con un gran cazador blanco (Ted Levine, que exuda maldad pero está demasiado viejo para esta clase de papeles), y pronto descubren que las intenciones de la expedición no son todo lo honorables que debieran. Mientras Pratt & Howard escapan de la explosión volcánica se meten de polizones en el barco de Spall, que lleva los bichos rescatados a una mansión en donde Toby Jones quiere hacerlos plata vendiéndoselos a quién sabe quién. Los héroes harán un par de aliados, irrumpirán en la subasta y terminarán arruinando la operación, aunque ello los lleve a enfrentarse frente a un nuevo engendro mutante llamado el Indoraptor.
Si como espectáculo pochoclero zafa el problema es que, para el que sigue y reverencia la saga, Jurassic World: El Reino Caído es como un escupitajo en la cara. No hay un giro intrigante y novedoso, y toda la segunda mitad te hace crujir los dientes de lo agarrada de los pelos que está la historia. Además la gran cuestión – si los dinosaurios deberían seguir viviendo – es algo que debería resolverse con un NO gigantesco, ya que los bichos ya devoraron un montón de gente (se acuerdan del memorable parlamento de Goldblum en The Lost World: “si, primero todos dicen “ahh, ohhh, woow…”, y luego empiezan los gritos, las corridas y los “aargg, auxilio, socorro!””). Acá hay dos o tres ocasiones en donde los bichos deberían terminar muertos o rostizados y algún personaje estúpido termina por sentir lastima y los salva a ultimo momento… como para que sigan habiendo secuelas.
Es difícil adjudicarle el costo de toda la mediocridad al director J.A. Bayona (que ha hecho cosas muy buenas como El Orfanato o A Monster Calls), ya que Colin Trevorrow es el autor del libreto. Si al tipo se le terminaron los ideas o le faltaba tiempo para terminar de cocinarlas es su responsabilidad, y acá lo que termina de hacer es arruinar un prometedor renacimiento, el que puede recaudar fortunas en taquilla pero seguramente terminará por decepcionar a fans y espectadores casuales de la franquicia, los cuales se acercaron con una expectativa y terminaron llevándose un chasco tremendo.