La erupción de un volcán amenaza con extinguir los dinosaurios de la franquicia de Spielberg. Chris Pratt, el entrenador de velocirraptors del film anterior, se une a un grupo de activistas decididos a que estos animales no vuelvan a desaparecer, pero lamentablemente el grupo de rescate está infiltrado por tipos malísimos sin otro objetivo que el tráfico de fauna prehistórica.
Dirigida por J. A. Bayona (el de "El orfanato"), la nueva secuela jurásica está dividida en dos partes claramente separadas. Los primeros 50 minutos, con el supuesto salvataje de dinosaurios que se vuelve una cacería despiadada en medio de la erupción volcánica, es una montaña rusa de superacción, algo así como la quintaesencia de toda esta serie. La segunda mitad, más extraña y menos directa, transcurre en una mansión gótica que esconde en su subsuelo una estructura digna de las guaridas de los villanos de James Bond. Este es el sitio donde el ominoso Toby Jones se ocupará de subastar a las bestias, las que no se dejarán vender barato. Aunque el film demora en arrancar, y presenta más subtramas de lo necesario, sirve para que el director lleve las cosas a niveles del más oscuro cine de terror, apoyándose en una gran fotografía expresionista. Los que están desperdiciados son intérpretes como Geraldine Chaplin, James Cromwell. Jeff Goldblum y Ted Levine, otro de los villanos desalmados y peores que los dinosaurios, pobres criaturitas de Dios.