La nueva película de la saga de los dinosaurios, dirigida por el realizador español de “El orfanato”, es un filme más oscuro y mejor narrado que el anterior, apostando más a las relaciones entre los personajes y las criaturas que al impacto puramente sensorial.
Las películas de la saga JURASSIC PARK / JURASSIC WORLD no suelen recibir el crédito que merecen, habitualmente ubicadas en la categoría “montaña rusa” cinematográfica, como si no fueran más que paseos intensos con sustos ocasionales. En algunos casos son eso y poco más, pero aun en esas ocasiones poseen un espíritu narrativo clásico que casi siempre funciona bien. Viendo EL REINO CAIDO, el nuevo aporte a la saga, uno no puede dejar de sentir que acaso al hablar de “mundo jurásico” se refieran tanto a los dinosaurios como a cierta manera de contar historias. En ese sentido, esta puede ser un tanto jurásica. Y bienvenido que lo sea.
No hay en esta saga complejas interconexiones a la Marvel y, más allá de alguna cita lógica a las películas del pasado, no se intenta crear un universo de referencias imposibles de seguir. Las tramas de cada una son bastante simples y directas, sus personajes bastante arquetípicos y sus temas totalmente deudores del cine clásico. De hecho, suelen mantener una escena (o más de una) que ya ha dejado de usarse en las sagas tipo Marvel, DC o STAR WARS, que es la de la “exposición” de lo que ha sucedido en la película anterior para que el espectador tenga más información sobre lo que pasó previamente. No se asume que uno la vio o revisó un resumen en YouTube. En ese sentido, por más que intente en ciertas cosas actualizarse, sigue siendo casi pre-millennial: no es cool, no hay mucho para seguir investigando online, no hay información agregada a la que está. Es una película de esas que solían llamarse “para padres e hijos”. Y está bien que sigan existiendo.
EL REINO CAIDO no es otra cosa que una película de rematrimonio en plan suspenso y acción, cuya mayor diferencia con las anteriores tiene que ver con intentar apostar a un trama un poco más centrada en los personajes y menos en el impacto per se. Tengo la impresión de que Bayona y su equipo, a 25 años de la original película de Spielberg, saben que nadie se sentirá particularmente impresionado por una criatura gigante y peligrosa, y que los efectos especiales son tan omnipresentes en el cine de hoy que nada nos impacta fácilmente. Pero si creamos personajes que nos importen entonces sí nos preocuparemos por su suerte.
La película se divide claramente en dos partes y se siente mucho más deudora del cine de Spielberg y del cine de los ’80 que la anterior, especialmente por ciertos temas y personajes que aparecen en ella. En la primera mitad, los dos protagonistas, Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt en plan 100% Indiana Jones) vuelven tres años después a la Isla Nublar donde estaba el ahora extinto parque de diversiones Jurassic World cuando el volcán que hay allí vuelve a estar activo y corren peligro los dinosaurios que quedaron vivos en el lugar. Los dos son enviados ahí por Benjamin Lockwood (James Cromwell), uno de los originales responsables de haber “clonado” a los dinosaurios y volverlos a la vida, en una misión de “dino-rescate” una vez que el gobierno decide no intervenir para salvar a las criaturitas.
Claire y Owen han dejado de verse desde el primer filme y su relación se cortó de una manera que el guion resuelve brillantemente. En la isla deberán volver a atravesar complicadas situaciones cuando se enfrenten con el fenómeno natural del volcán y con algunos dinosaurios pero especialmente con el grupo más miltarizado que los acompaña y que no parece tener las mismas intenciones humanitarias que tienen ellos. El cuarteto se completa con dos adolescentes (una veterinaria y el típico nerd que sabe todo de computadoras pero nada del mundo real), cuya presencia en el filme es acaso el elemento más flojo de todos, una evidente intención de tratar de conectar con espectadores de esa edad que resulta forzado y que pierde todo interés promediando el filme.
Más interesante es el personaje de Maisie, la nieta de Lockwood, una niña curiosa que descubre que algo raro hay en los planes de algún miembro de la empresa de su familia, personaje que sí conectará de manera más intensa con los dos protagonistas y el costado algo gótico que tiene el filme más adelante. Lo mismo que Blue, el dinosaurio inteligente y compasivo criado por Owen que tendrá con ellos algunas escenas propias de FRANKENSTEIN o cualquiera de aquellos filmes de horror en los que criaturas y humanos terminan conectando emocionalmente entre sí.
La segunda parte del filme transcurre ya en otro escenario pero mejor será no contar mucho más. Lo importante es que finalmente los dinosaurios salen de su habitat clásico y se abre el juego a otras posibilidades hasta ahora inexplicablemente no exploradas en la saga. Pero más allá de lo narrativo, lo interesante de la idea de Bayona es su intención de apostar a una trama simple pero concisa y convincente casi en desmedro del impacto sensorial clásico de estos filmes. Curiosamente JURASSIC WORLD: EL REINO CAIDO no es una película particularmente shockeante ni mete demasiado miedo (curioso, digo, porque es la primera vez que la saga emplea a un cineasta con fuerte tradición en ese rubro), pero creo que eso es, finalmente, una ventaja. Estamos en presencia de una película –quizás no una gran película pero sí una efectiva y convincente– y no de una serie de situaciones extremas en secuencia.
Al mantener su equipo de fotografía y montaje (si bien es claro que hay muchas manos de posproducción de todo tipo), Bayona se permite que su película sea más bella, oscura, pausada y a la vez mejor narrada que la anterior. Y tomando tips de Spielberg, Hitchcock y de ese modo clásico de narrar escondiendo a veces más de lo que se muestra, lo que consigue es evitar la tendencia actual a que todo tenga que ser siempre más grande, más explosivo y más espectacular en las secuelas prefiriendo contar un cuento más modesto en escala (dentro de la escala gigante de este tipo de filmes, quiero decir) pero mucho más humano en sus resultados.