Para empezar esta reseña hay que contestar la siempre presente pregunta que rodea al cine blockbuster actual: ¿era necesaria esta película? Es natural pensar que la respuesta es un rotundo no, como no son necesarias la mayoría de las secuelas, reboots, spin offs, y universos extendidos que invaden semana a semana las carteleras de los principales cines. Pero vayamos al principio.
Hace 25 años Steven Spielberg asombró al mundo entero con una de sus tantas obras maestras Jurassic Park, con la que sentó un precedente para todo el cine pochoclero por venir y también inauguró la fascinación por los dinosaurios que aún a muchos nacidos en la década del 90 nos perdura. Como era de esperarse, el enorme éxito que tuvo la película llevó a que se produjeran dos secuelas de menor calidad y repercusión. En 2001 la fiebre de los dinosaurios se encontró con un parate que duró catorce largos años, cuando se decidió revivir la franquicia con Jurassic World, la cual es al mismo tiempo una nueva saga y una continuación de la anterior, ya que conviven en el mismo universo, solo que con otros personajes y muchos guiños a su primera entrega.
Es el año 2018 y nos llega la quinta película de esta historia, Jurassic World: The fallen kingdom. La Jurassic World previa había sido un éxito de taquilla casi sin igual (está en el quinto puesto de las películas más taquilleras de la historia), pero la historia parecía un refrito de la original, con mayor presupuesto y más efectos especiales, por lo que tuvo críticas mixtas. Se esperaba entonces que bajo la dirección de J.A. Bayona (que en el pasado había dirigido un puñado de películas respetables como El orfanato y Un monstruo viene a verme) la franquicia levantara cabeza. Sin embargo esto no fue así, ya que nuevamente nos encontramos con un filme que cumple con creces en el aspecto visual pero que tiene varias fallas en su guión.
También se debe tener en cuenta qué expectativas tenemos como público a la hora de ver una película como esta. Si buscamos solamente ser maravillados con un apartado técnico y visual exquisito, The fallen kingdom es una propuesta ideal (después de todo, son dos horas de dinosaurios comiendo gente). Es diversión y adrenalina pura como todo tanque cinematográfico debería ser. Para aprovechar esto al máximo se debería ver esta película en un cine de gran resolución (con el IMAX siendo la opción más recomendable). No obstante, como ya no somos niños, es necesario analizar en profundidad todo lo que envuelve a esta producción, tanto lo positivo como lo negativo.
La primera crítica hacia The fallen kingdom es que se siente como una excusa, una suerte de paso necesario para la existencia de una tercera entrega, en la que los dinosaurios aterroricen la sociedad fuera de la Isla Nublar de donde originalmente provienen. Una decisión en particular de uno de los personajes, ridícula desde toda lógica, hace que esta franquicia se pueda extender por una o dos películas más y así continuar un negocio tan lucrativo como poco original. Por otra parte, resulta hasta graciosa la naturaleza caricaturesca de los villanos de esta quinta parte del universo Jurassic Park. Son hombres blancos de traje, malos y codiciosos, con la misma motivación de siempre: utilizar a los dinosaurios (vistos más como víctimas que como potenciales armas homicidas) para beneficio propio, generalmente como dispositivos militares. Pareciera entonces que el personaje más coherente en esta historia es el doctor Ian Malcolm (Jeff Goldblum), quien en sus escasos dos o tres minutos en pantalla sugiere dejar morir a los dinosaurios en la isla que está a punto de explotar a causa de un volcán. Pero si se siguiera su consejo no habría película.
Las actuaciones de los protagonistas Chris Pratt y Bryce Dallas Howard son correctas, y su química en pantalla es efectiva, aunque no siempre convincente. Sin embargo, sus arcos argumentales no llegan a dar un salto significativo hacia el final, por lo que no cambian casi nada en su esencia respecto del principio de la película o siquiera de la anterior.
Más allá de algún que otro giro argumental algo traído de los pelos, la película es bastante predecible y no termina de sorprender. A fin de cuentas, se termina recurriendo al ya clásico juego del gato que intenta cazar al ratón, solo que en un escenario diferente. Y por supuesto, no puede faltar la aparición de la figura más icónica de la franquicia: el Tyrannosaurus Rex. El emblemático animal ya no es tan relevante para la historia (en ambas entregas de Jurassic World tiene un rol más bien neutral), pero como un actor viejo y cansado hace sus cameos en la película o serie que le dio la fama, tiene sus escenas aisladas donde emite su ya conocido rugido.
La sensación que a fin de cuentas deja The fallen kingdom es de una película que no aprende de los errores que han tenido sus emisiones anteriores y que aunque esté filmada excelentemente, depende exclusivamente de lo visual para su pleno disfrute. En un par de años saldrá la tercera entrega, y no sabemos si será la última, pero lo que sí podemos asegurar es que ya no se volverá a lograr ese cruce entre calidad y entretenimiento que tuvo en 1993 su versión primigenia.