El mundo jurásico con el que, desde 2015, conocemos a la saga, tiene más sentido en esta El reino caído que en la estrenada en 2015 (que sería la cuarta, contando las tres Parks de 1993, 1997 y 2001). El parque, siempre destruido, está punto de sucumbir debajo de la lava del volcán de la isla Nublar, que entró en erupción.
Hay activistas que creen que dejar perecer (extinguir) a los dinosaurios una vez que se los trajo a la vida no es justo. Y hay otros filántropos (no muy bien rodeados) que desean seguir con el antiguo sueño de Hammond, y también salvarlos.
Ahí entran dos nuevos viejos conocidos: Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt). Ella no usa ya sus zapatos de tacos aguja con los que corría en Jurassic World; él, parece un poco más macizo, por no decir regordete.
El megamillonario Lockwood (James Cromwell) fue socio de Hammond, y quiere que las especies tengan un refugio en otra isla. Necesita que Claire lo ayude a relocalizarlos en la inmensidad de la isla. Cuida en su mansión a su nieta, que se parece mucho a su hija.
Claro que el plan de rescate es en verdad uno para vender especies a millonarios, hay más científicos locos y alguno que sueña con tenerlos para uso militar. Sumen que en esa mansión habrá prácticamente un zoo de dinosaurios y la película está servida.
Esto ya hace un cambio. No todo transcurre en un ámbito -para el público familiar, como la isla-, sin escapatoria, sino que el terror asola en tierra firme (como en parte de Jurassic Park III, que no tuvo tanto éxito e hizo hibernar la saga por 14 años).
Pese a que el guión es de Colin Trevorrow y Derek Connolly (coguionistas de la primera Jurassic World), J.A. Bayona (El orfanato, Lo imposible) hace “su” película Jurassic. Los dinosaurios son monstruos, al estilo de los filmes de los años ’50, y al trasladar la acción de la isla Nublar a tierra firme, se centra en una mansión, no embrujada, pero con secretos.
Le juega en contra que su predecesora, hace tres años, era una montaña rusa, tan bien estructurada en secuencias de acción, con suspenso y tensión.
Ya a estas alturas los prodigios técnicos y visuales no llaman la atención. Nos acostumbramos. El dino malo es un Indoraptor, mezcla del Indominus Rex -la bestia de Jurassic World- y velocirraptor. Blue, claro, vuelve a las andadas, y los personajes “laterales” o de soporte, una paleoveterinaria y un nerd de la tecnología, aportan, pero son fácilmente olvidables.
El reino caído fue pensada como la segunda parte de una trilogía. Su final lo explicita y presten atención a la breve participación de Ian Malcolm (Jeff Goldblum). Todo lo que dice, presumimos, será lo que veremos en la tercera parte, en 2021, dirigida por Colin Trevorrow. Y allí, tal vez, vuelvan a tirar la isla por la ventana.