Entretenimiento de manual
A 22 años del exitoso film original dirigido por Steven Spielberg, llega esta secuela -y cuarta entrega de la saga- que está ambientada también en la isla costarricense de Nubar. Allí se ha montado un descomunal parque temático en el que las decenas de miles de visitantes interactúan directamente con los dinosaurios como si se tratara de una simple granja o de un safari en Sudáfrica.
A instancias del dueño (un excéntrico multimillonario, interpretado por el indio Irrfan Khan) y de Claire (Bryce Dallas Howard), la gerenta del complejo, un equipo de genetistas ha desarrollado un nuevo espécimen, el Indominus Rex, más grande, más fuerte y más letal incluso que el Velocirraptor y el Tiranosaurio Rex, con la idea de presentarlo como la próxima atracción e incrementar la facturación (la tentación, siempre presente). El espectador podrá imaginar, claro, que la bestia se escapará más temprano que tarde de su jaula para sembrar el pánico y generar un baño de sangre en el atestado parque.
Es cierto que el guión de Jurassic World escrito a ocho manos es "de manual" (hay una subtrama "militar" con la caza del Indominus Rex en cuestión y la idea de utilizar a estas criaturas genéticas para la guerra, otra protagonizada por dos sobrinos de Claire y una tercera con toques románticos entre la protagonista y un ex militar devenido entrenador de Velocirraptors a cargo del galán Chris Pratt), y también que el director Colin Trevorrow (cuyo único antecedente era Safety Not Guaranteed) no es Spielberg ni Joe Johnston (responsable de la tercera entrega, en 2001), pero así y todo la película sostiene la tensión y el suspenso durante buena parte de sus dos horas apoyada, por supuesto, en el notable despliegue de efectos visuales e imágenes en 3D que permite "sentir" a los dinosaurios en la pantalla.
Podrá argumentarse que la película recicla demasiados elementos de los films anteriores, que los personajes son estereotipados y superficiales, que no hay demasiados matices (ni mucho menos sutilezas), pero Jurassic World, con su presupuesto de casi 200 millones de dólares y su obsesión por el entretenimiento y el impacto, cumple sobradamente con sus objetivos y probablemente con las expectativas del público. Todo está servido, entonces, para un éxito comercial a escala mundial.