LEJOS DE LA SORPRESA, Y AUN DEL DISEÑO DEL ORIGINAL, ESTE REGRESO AL PARQUE JURÁSICO SÓLO EXPLOTA UN ANTIGUO ÉXITO
Dinosaurios eran los de antes
Entre las muchas películas que Hollywood rehizo una y otra vez con variaciones de la idea original, una de las más inspiradas fue la que adaptó la imaginada por el escritor Michael Crichton en 1973, "Westworld", la contundente distopia de parque temático en la que la gente podía sentirse pistoleros que mataban en tiroteos a cowboys-androides igualitos al Yul Brynner de "Siete hombres y un destino".
La película tuvo una secuela, "Futureworld", series de TV vintage, e inclusive una versión a estrenarse este año. Y por supuesto, en un desvergonzado acto de autocanibalismo literario y astucia para percibir los cambiantes gustos del público, el bestseller "Jurassic Park", que tomaba la misma idea básica de un parque de diversiones que resucitaba criaturas extintas, solo que reemplazando los cowboys robóticos por dinosaurios vivientes surgidos de experimentos genéticos.
Todo un hito en la evolución de los efectos digitales, los dinosaurios de aquel memorable éxito de taquilla de Steven Spielberg eran muy creibles ya que, en los planos cortos, no surgían de una computadora sino de sofisticadas marionetas creadas por el genio de los FX, Stan Winston. Luego de dos secuelas y mas de dos décadas desde el primer "Jurassic Park", Spielberg sólo produce, John Williams no está a cargo de la banda de sonido, no actúan ni Jeff Goldblum, Sam Neill ni Laura Dern (ni mucho menos el fallecido Richard Attenborough), ni hay marionetas de otro difunto, Stan Winston, ya que esta vez todo es digital. Por supuesto, aprovechando que Michael Crichton murio en 2008, Spielberg no tuvo ningun problema en titular a esta cuarta entrega de las andanzas de los velocirraptores y tiranosaurios, "Jurassic World".
Crichton lo habría escrito y aun filmado mucho mejor (es una pena que grandes films de este escritor, por ejemplo "El gran robo del tren" y "Coma" sean tan subestimados). Pero justamente el asunto de que no vale la pena recordar a los auténticos monstruos prehistoricos es el quid de la cuestión en esta floja secuela en la que los velocirraptores están amaestrados, el tiranosaurio guardado en una bóveda lejos del publico, y la gran atracción pensada para volver más redituable el parque es un pseudodinosario mutante, creado genéticamente para ser mas malo que cualquier otro pariente lejano. Por supuesto, al final el publico entenderá que dinosaurios eran los de antes.
Este giro argumental hace descender la idea original de Crichton a niveles sólo recordados en las ingenuas secuelas japonesas del lagarto mutante Godzilla. Ahora hay una ejecutiva, fría y cerebral, que no atiende los requerimientos románticos del entrenador jurásico hasta que aprende a matar reptiles (la pareja estelar formada por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard no saca muchas chispas, y lamentablemente sólo esporádicos gags eficaces); dos niños ñoños que uno querria fueran los primeros en ser merendados por alguna lagartija, y por suerte un buen villano encarnado con talento y energía por Vincent D'Onofrio (sobre todo energía, dado los absurdos diálogos que logra volver minimamente convincentes).
Tambien hay una larga primera mitad correcta, pero un poco aburrida y bastante mediocre a todo nivel, seguida de una segunda parte totalmente insensata, que por suerte resulta divertida. Hay ataques apocalipticos de dinosaurios descontrolados a los miles de visitantes al parque tematico, tiburones jurásicos que aparecen poco pero con mucha superaccion, e inclusive algunos chistes buenos.
Pero, créase o no, tambien velocirraptores que actúan como un perrito bueno, casi con el heroísmo de Rin TinTin y la bondad de Lassie. Técnicamente hay mejores cosas para apreciar, y más allá de los efectos digitales high tech, lo mas notable es el impresionante diseño de sonido.