Cría saurios
La cuarta secuela de Jurassic Park tiene varios puntos a favor antes de entrar al cine. En primer lugar, el director Colin Trevorrow ubica al film como sucesor de la primera JP, en el sentido de que el parque temático en construcción aquí funciona y es la excusa de la narración, con lo cual el film tiene una dinámica nueva y no necesita a los tradicionales personajes. En segundo lugar, Steven Spielberg supervisó la película e introdujo interesantes ideas, como la de tiburones que sirven de menú a los dinosaurios o la de un giroscopio móvil para desplazarse por el parque, con ecos a las arcadias de la ciencia ficción de los sesenta. Pero lo más importante es que Indominus Rex, el dinosaurio genéticamente diseñado para ser superior al Tiranosaurio, es efectivamente cruel, abominable y más peligroso que el mismísimo Godzilla (al menos, el del endeble modelo 2014).
El protagonista de Mundo Jurásico es Owen (Chris Pratt), una suerte de Daktari que cuida con recelo a su manada de velocirraptors y en algún momento deberá dirigirlos a la caza del Indominus, cuando este escape de su parque, sembrando caos en la isla centroamericana. Junto a Owen está Claire (Bryce Dallas Howard), una alta funcionaria del imperio Hancock (trono que abandonó Richard Attenborough por el imponderable de su muerte, el año pasado) que busca a sus sobrinos perdidos en el parque temático; frente a él está Hoskins (Vincent D’Onofrio), el típico agente calculador que quiere usar a los dinosaurios como arma de guerra y se beneficia con el desastre. Con el inevitable de una o dos escenas obvias, Mundo Jurásico está bien dirigida, remonta un cándido inicio Disney y tiene buenos diálogos, donde no faltan trazos de humor y hasta sarcasmo. En el final, una verdadera lucha de proporciones es la frutilla en la torta del blockbuster de la semana.