No es fàcil tomar el legado de una de las series cinematográficas más exitosas de las últimas -ya- tres décadas y darle forma a una aventura nueva, y sin embargo este Jurassic World logra hacerlo con armas nobles. Aunque el realizador se llama Colin Trevorrow, el director aquí sigue siendo Steven Spielberg y se nota. La historia es simplemente la inflación de la primera película: por fin se ha podido construir el parque temático, su encargada (una bellísima y perfecta en timing Bryce Dallas- Howard) recibe de visita a sus dos sobrinos, dos chicos de once y diecisiete años cuyos padres se están divorciando. En el parque han creado genéticamente un nuevo dinosaurio demasiado terrible que se escapa: el encargado de encontrarlo y evitar una masacre en la zona de visitantes es un domador de dinosaurios (Chris Pratt, un poco más “duro” que en la genial Guardianes de la Galaxia). Y hay además un villano que quiere usar a los bichos como armas (el siempre perfecto Vincent D'Onofrio). Todo esto es excusa: lo que importa es que estamos dentro de la acción y somos parte de la puesta en escena, que son nuestras emociones físicas las que “llenan” a su vez de emoción la pantalla. Por otro lado, la idea de que ya no hay nada que escape a la lógica del dinero (ni la mejor ciencia) se combina perfectamente, sin alegorías, con el salvaje triunfo de estos resucitados del Jurásico. Un parque temático concentrado en pantalla.