Mucho más grande, pero menos original
La cuarta parte de la saga de Jurassic Park se vale de la alta tecnología para atraer a los fans y a los curiosos.
Jurassic World es la cuarta película de la franquicia de Jurassic Park, dirigida por Colin Trevorrow y producida por Patrick Crowley, Frank Marshall y Steven Spielberg, el creador de esta saga que, en 1993, rompió con los cánones de los efectos especiales e inauguró una nueva era para el cine-espectáculo.
Cuenta la leyenda que el guión de Jurassic World comenzó a ser escrito en 2004, tres años después del estreno de la tercera cinta de la serie; que lo aquejó la huelga de guionistas de 2007, y que el propio director se encargó de ayudar a completarlo hace un par de años.
Ambicioso, cómo veintidós años después del desastre que motivó la clausura del Parque Jurásico, en la isla Nublar se abre un nuevo atractivo turístico, más grande e impactante que el anterior, otra mega apuesta que pretende repetir el suceso de su predecesora.
A este parque, mucho más grande e imponente que el anterior, un grupo de visitantes, más allá de la fascinación, conocerá el terror cuando se enfrente a un dinosaurio gigante, genéticamente modificado, tan inteligente que se ha vuelto casi humano: es capaz de matar por placer.
Claro que siempre hay un héroe, para el caso Owen (Chris Pratt) mucho más avispado que el dinosaurio; además de investigadores al mando de una jefa ambiciosa y muy bella (Bryce Dallas Howard), que en el momento adecuado se sacará el uniforme y lucirá una musculosa ajustada.
Más de lo mismo
Mismos elementos de base, nuevas ideas para plasmar en efectos, Jurassic World no cambia la historia del cine como lo hizo su ancestro de los ’90. En todo caso, es más de lo mismo, una continuidad destinada a los fanáticos del tema y el género, que aprovecha muy bien los beneficios de las nuevas tecnologías, siempre y cuando se cuide de los deslices en sus artificios.