Los amantes de las grandes criaturas tenían una cuenta pendiente con el séptimo arte. Pocos films en los últimos años han puesto el CGI al servicio del relato para brindarnos un producto digno de admiración como lo fue en su momento Jurassic Park. De modo que la mera idea de una nueva entrega generaba tanta intriga como temor por un nuevo fiasco.
El director Colin Trevorrow asumió la difícil tarea de ponerse al hombro el peso de uno de los films que más legendarios de los últimos años : Jurassic Park. Un universo propio con un público fiel que sabe exactamente lo que espera y tiene requerimientos muy específicos. Es así como a más de veinte años de su estreno la principal meta era rescatar el espíritu que inspirara la adaptación cinematográfica de la obra de Michael Crichton en manos de Steven Spielberg.
Jurassic World recupera el espíritu lúdico que tan presente estaba en el film de Steven Spielberg . La acción nuevamente se sucede en la isla Nublar donde los avances de la ciencia han permitido la reproducción de muchísimas especies prehistóricas e incluso la domesticación de muchas de ellas a través de un proceso de adiestramiento. El encargado de llevar adelante estas tareas es Owen ( en la piel del siempre efectivo Chris Pratt) un hibrido de Han Solo con Indiana Jones que funciona en el papel de maravillas.
En la vereda opuesta tendremos a Claire la pragmática encargada de llevar adelante el funcionamiento del parque, una verdadera maníaca del control y con muy poco contacto con cualquier ser vivo que la rodee. Desgraciadamente recibirá la visita de sus sobrinos quienes tratarán de pasar un fin de semana juntos ante el inminente divorcio de sus padres.
Es así como todo parece estar en control hasta que una nueva especie de dinosaurio (creado en el laboratorio del parque) amenaza con destruir las instalaciones suntuosas de Jurassic World y con ello a todos sus visitantes. A partir de ese momento el film se vuelve en una incesante fuga de los protagonistas en búsqueda de la escapatoria, como así también una redención de los valores familiares al mejor estilo de la primera entrega de la saga.
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Los personajes son simples y los parlamentos en algunos casos trillados, pero efectivos al momento de generar climas. Al igual que Spielberg la mirada amorosa y el anclaje empático está puesto en estas criaturas perdidas en un espacio que no le es propio, errantes y desoladas. Si ET funcionaba como la carta de amor del director a la vida extraterrestre y Jurassic Park hizo lo propio con los dinosaurios, esta nueva entrega renueva los votos de amor con esos gigantes adorables que una vez poblaron la tierra. El elenco elegido en Jurassic World también demuestra la necesidad de dar un enfoque más global a la historia y por ello tendremos a Irrfan Khan (“Life of Pi”, “Slumdog Millionaire”),Omar Sy (“The Intouchables”) y B.D. Wong (“The Normal Heart”), todos estos exponentes servirán para teñir el relato de un enfoque con menos presencia estadounidense.
Esta nueva entrega de la saga promete también seguir generando polémicas con el nuevo dinosaurio que nos presenta. Enteramente diseñado en el laboratorio del complejo de Hammond Indominus Rex se muestra como el máximo estandarte de la ambición desmedida: con doce metros de alto y una apariencia similar al Tiranosaurio Rex puede correr a una velocidad de cuarenta y ocho kilometros por hora convirtiéndose en una potente amenaza en caso de ser liberado.
Los dinosaurios han vuelto para quedarse, para permitirnos reflexionar sobre nuestra sociedad y su consumismo, pero por sobre todas las cosas para que disfrutemos del maravilloso espectáculo de su grandeza.
Colin Trevorrow logró retomar la herencia de Spielberg y renovar el eterno idilio del público con los dinosaurios.