Cuando todo se conjuga para crear un blockbuster de antemano y se reúne a un equipo que sabe cómo lograrlo el resultado es un espectáculo visual atrapante con la dosis de tensión y aventura necesarias para poder mantener en vilo al espectador hasta el último segundo de proyección.
Así es “Jurassic World” (USA, 2015) una película avasallante, demoledora, y que logra evocar en su narración un espíritu nostálgico digno de los mejores filmes de acción y fantasía de la década del ochenta del siglo pasado.
Porque si bien en su germen la película se presentaría como una secuela de “Jurassic Park” el mayor hallazgo de esta versión dirigida por Colin Trevorrow es imaginar un universo nuevo, con dinosaurios nuevos (más malos) y colocar varios puntos de atracción para estos (humanos) para así cerrar la propuesta.
El Jurassic World, a diferencia del Jurassic Park, es un proyecto mucho màs abarcador, y que bajo la dirección de Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) el nivel de perfección y organización del mismo es de los más altos estándares de calidad.
Pero cuando sus sobrinos Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins) llegan para pasar un fin de semana con ella, pero con sus compromisos no los puede acompañar se desatará en ese preciso instante una emergencia no prevista ni imaginada.
Uno de los dinosaurios híbridos creados en el parque, con un nivel de inteligencia superior del resto, engaña a los cuidadores y logra escapar del espacio de contención en el cual, aislado, se lo alimentaba y “adiestraba”.
Trevorrow va narrando con ampulosidad principalmente toda la presentación de los espacios del parque, y a medida que va incorporando los personajes protagónicos, con estereotipos suma la impronta con la que los dejará “jugar” en el lugar.
Pero Claire, desesperada ante el desequilibrio de su mundo perfecto, deberá acudir a la ayuda de Owen Grady (Chris Pratt), un entrenador de dinosaurios, con quien mantuvo un amorío de un día y a quien se siente atraída pese al aspecto y desarreglo del hombre.
Owen la acompañará primero en la búsqueda de los niños y luego en el necesario pero también ambicioso desafío de poder volver al parque a un estadio anterior en el que la paz y tranquilidad reinaba.
No será fácil, y en el contraste de mundos, en el choque de ímpetus y de impulsos que necesitan un control más allá del que se impregna la aventura, el universo de “Jurassic World” comienza a desplegar su seducción hacia los espectadores.
Nada está librado al azar en un milimétricamente custodiado guión que potencia la aventura y el romance sobre cualquier indicio de terror que, como pasó en la entrega número 2 y número 3, tendían al miedo exagerado en cada una de las apariciones de los dinosaurios.
Bryce Dallas Howard y Chris Pratt están a la altura de la propuesta y brindan una pareja de cine como las de antes. El elenco secundario con Vincent D’Onofrio como el malo de turno, e Irrfan Khan, como el multimillonario inversor que sostiene económicamente el parque, y los niños, que en una eterna huida tratarán de reunirse con su tía, son los puntos más altos de un filme con gran sentido de la nostalgia por una clase de películas que hace tiempo no vemos en el cine.