El espectáculo más grande del mundo
En 1993 Steven Spielberg realizó Jurassic Park, adaptación del best-seller de Michael Crichton del mismo nombre. Fue el film más taquillero de la historia del cine en aquel momento y una revolución en efectos especiales digitales. Fue un antes y un después en la historia del cine. Pero además, era una obra maestra, una historia espectacular pero sencilla, un film de altísima calidad que sin embargo no olvidaba su espíritu clase B. Le siguieron El mundo perdido (1997) también de Spielberg y Jurassic Park 3 (2001) de Joe Johnston, ambas muy buenas. Ahora, pasados muchos años, aparece una apuesta osada y ambiciosa llamada Jurassic World. Y lo imposible, estar a la altura de los films anteriores, se consigue, porque todas y cada una de las cosas que tenían que estar bien, están más que bien. Esta secuela muestra un parque de diversiones y zoológico de dinosaurios donde los fantasmas del desastre pasado han quedado casi en el olvido. Cientos de miles de personas disfrutan viendo a los dinosaurios en cautiverio pero interactuando en muchos casos con la gente. Dos niños cuyos padres se están divorciando y que viajan al parque para estar con su tía poco cariñosa (Bryce Dallas Howard, impecable, verdadera heroína, quien ocupa en este film el lugar del héroe masculino de los films de Spielberg) que trabaja en el Mundo jurásico del título. Pero la película habla de lo que puede salir mal y lo que sale mal es que alguien ha hecho experimentos genéticos para crear un nuevo dinosaurio. La película es brillante, tiene un ritmo impresionante, tiene un humor ajustado, tiene emoción, tiene escenas de gran suspenso y de verdadero terror. Consigue lo que lograron los films anteriores y a la vez va un poco más allá en espectacularidad. A la protagonista se le une un aventurero algo pedante bien al estilo de los héroes tipo Han Solo (Chris Pratt, brillante) y juntos tienen una gran química. La cereza del postre es que a pesar del trabajo original y más que elogiable del director, la película es leal en temas y estética al creador de la saga, Steven Spielberg. Jurassic World es muy respetuosa de los códigos de la saga pero a la vez busca identidad y personalidad en cada escena. Consigue ambas cosas, algo sin duda difícil de lograr con las secuelas tan tardías. Colin Trevorrow, director y guionista, es un nombre a seguir de ahora en más. Su film anterior, Safety Not Guaranteed (2012), era una pequeña joya emparentada con los films del clan Spielberg, Dante, Zemeckis de décadas pasadas. Aun siendo de la nueva generación de cineastas, Trevorrow se vincula de forma inteligente con estos maestros del pasado. Su clasicismo casi absoluto que nunca se estanca en la evocación ni el homenaje a sus maestros. Pero claro que hay guiños, algunos parecen ideados por el propio Spielberg, como la idea del tiburón que aquí parece ocupar el lugar de una pequeña carnada. También es interesante como la película se encarga de conseguir villanos humanos y dinosaurios asesinos contrapuestos a los humanos buenos y los dinosaurios buenos (o inofensivos). El monstruo de la película es el afán humano por usar la ciencia para la guerra. Pero yendo a la literalidad del monstruo, el dinosaurio más letal de todos es también un hallazgo increíble. Jurassic World es una maravilla para ver en pantalla grande y disfrutar de punta a punta. Una de las sorpresas del año, uno de los grandes films del año.