Historia de un perdedor
El mundo parece estar en contra de Jim. Sufre la indolencia de sus padres, el desprecio -transformado en bullying permanente- de sus compañeros de clase y encuentra consuelo sólo en los videojuegos y las películas que ya ha visto, repetidas, decenas de veces en un cine infectado de ratas. Hasta que aparece en escena un personaje que lo impulsa a dar un vuelco en su vida: un nuevo vecino llegado de los Estados Unidos y con look de James Dean que inesperadamente se propone que ese chico de 17 años que se porta como un niño asustado se transforme en un hombre seductor y seguro de sí mismo. Y lo logra: muy pronto Jim conquista a la chica de sus sueños y se convierte en un personaje cool y resuelto.
Pero ese ascenso meteórico terminará casi de inmediato en una estrepitosa caída libre propiciada justamente por el artífice del cambio, ese infiltrado que primero fue amable y de repente muta en inclemente enemigo, envenenando con mentiras a los padres del confundido Jim. En ese nuevo giro de la historia, todo el tramo final de la película, el británico Craig Roberts -el atribulado Oliver Tate en la simpática Submarine, aquí interpretando un papel bastante parecido- despliega sus mejores ideas como director, que no son pocas para un debutante tan joven (25 años): todo se vuelve más lúgubre y ensoñador, levanta vuelo en términos de inventiva visual y solidez de la puesta en escena. A partir de ahí, Just Jim abandona definitivamente los lugares comunes de la historia del loser que se reinventa y se torna más osada y más adulta, como su protagonista.