El Jim de esta historia es un adolescente que vive en un pequeño pueblo de Gales, junto a sus padres y una hermana mayor que abandona el hogar para ir a la universidad. Es introspectivo, monótono, rutinario y enfrenta diferentes situaciones con sus compañeros de escuela, la chica que le gusta, sus padres, sus vecinos. Seguimos a Jim a lo largo de todo el día, narrado en un estilo sobrio, sin sobresaltos.
Esto cambia cuando en la casa que está junto a la suya se muda un extraño vecino caracterizado muy al estilo de los años 50: campera de cuero, peinado con gomina, un leve jopo asomando, la actitud que muestra ante la vida nos recuerda a un joven Jim Stark (el James Dean de Rebelde sin causa).
En ese instante es como si comenzará otra película, en la que el relato se desestructura. Hay diversión, alegría, bailes, todo cambia. En esta etapa el director despliega varios recursos, el más atractivo de ellos es el plano detalle, el cual utiliza para describir las diferentes personalidades de los personajes como un cigarrillo en mano, una boca sonriente o un par de ojos sorprendidos.
La musicalización siempre es acorde al relato, en varias escenas las letras de las canciones funcionan como narradoras de la acción.
Craig Roberts (conocido por Submarine -2010-) no solo protagoniza esta cinta (en el papel de Jim), además muestra solvencia en su primera experiencia como escritor y director. Cada pieza encaja perfectamente con lo que quiere contar. Construye el relato a través de los ojos de su personaje, de este modo percibimos lo que le sucede en cada situación. Acompañado por el actor Emile Hirsch (en el papel de Dean), quien encarna al nuevo vecino, logran formar una dupla que plantea una constante oposición: la experiencia frente a la inexperiencia, la locura vs el raciocinio y la vergüenza frente a la osadía.
Por Mariana Ruiz
@mariana_fruiz