Las cinephilas es el primer largometraje de la escritora, guionista y directora María Alvarez. Esta es la historia de mujeres jubiladas que van al cine y son de Argentina, España y Uruguay. El relato transcurre a través, de los testimonios que ellas prestan describiendo, lo que hacen durante la cotidianidad y nos sumergen en la mayor pasión que tienen: el cine. Pronto nos damos cuenta que no son simples espectadoras, sino que también pasan horas en las salas de cine, investigan la vida de los actores y de los personajes, viajan a festivales o a los lugares de filmación. No rechazan géneros o nacionalidades. Las películas son una parte importante de sus vidas: mantienen la memoria y motorizan el presente en el que viven. Para algunas esta opción es un refugio, un anclaje en el mundo y para otras, es un transporte a otros mundos, un escape de la realidad. Las cinephilas retrata a mujeres que han sufrido y sobrellevado la vida de la mejor manera posible. Ellas, en soledad, en su inmensidad y también con mucha seguridad han elegido al cine para sentirse más vivas. Planos detalle, primer plano a los rostros de estas señoras, sonidos ambientes que sirven de melodía para acompañar el relato y las fotografías hacen de esta película una verdadera historia de pasión a la actividad que tienen: ir al cine. La directora supo contar de una manera cálida la vida de estas mujeres y llega a la conclusión de que no importa el tiempo, la edad, ni el país; la imagen en movimiento es el idioma universal, eterno, infinito. La historia lleva un hilo conductor en su justa medida, todo está en los detalles. El espectador sabrá distinguir de que país es cada mujer, no hay trucos ni saltos de tiempo bruscos. Todo se desarrolla de acuerdo a lo presentado en el principio: son mujeres ancianas que van al cine y eso es lo que se cuenta. Anécdotas graciosas a veces fantasiosas, hacen que este documental sobrepase la pantalla. Y como dice Lucia, una de las protagonistas: ustedes me van hacer perdurar, me van a ver porque siempre estás en el recuerdo de los otros, pero yo voy a quedar en el documental y van a preguntar ¿Quién es esta vieja? Y ahí voy a estar. La cámara las capturo, las traslado a la pantalla gigante y las dejó para siempre en la memoria de los mortales: nosotros los espectadores. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
La nieve es muda, pero deja rastro, los niños ríen, los pasos resuenan y dejan huella. Hay una continuidad que es la vida. Clarice Lispector Con esta frase de la escritora Clarice Lispector, el director Marcelo Burd nos proporciona algunas pistas de lo que vamos a ver a lo largo del documental. La historia, se centra en una zona semidesértica de la provincia de Salta. No hay nieve. Sin embargo, los pasos de los chicos riendo dejan huella y resuenan en ese paisaje de ensueño. La vida de estos niños se desarrolla en Olacapato, un lugar en el que sólo se escucha el sonido del viento. En este entorno, funciona una escuela primaria y es ahí en donde se va a centrar la historia. A lo largo del documental veremos a los niños en la cotidianidad de sus clases, cómo se desarrollan las mismas, cómo es la relación con los maestros y hasta se puede ver, en algunos chicos, cuando están en las casas con sus padres. La escuela es guiada por una pareja de maestros: Salomón Ordoñez (Maestro y director de la escuela) y Victoria Ramos (Maestra, bibliotecaria y esposa del maestro). Ellos tienen la dura tarea de no sólo enseñar sino también de alimentarlos, de contenerlos y de expresarles todo el tiempo que la escuela es un lugar en la que pueden confiar. A pesar de que están condicionados por un riguroso entorno. Con cámara fija en todas las escenas, sonido ambiente, no hay intervención por parte del director. Todo se desarrolla de manera natural. No hay testimonio en primera persona. Tanto adultos como niños hablan de lo que quieren hablar en ese momento de la escena. Un trabajo de fotografía impresionante en la que los paisajes parecen pintados al óleo. Una historia lineal, con pocos matices, conformada por las palabras de los chicos. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
El bosque…ese bosque mágico, de los cuentos de hadas y, a veces, el bosque del terror, en esta película se convierte en un refugio de contención, amor y aprendizaje. También, a la vez que es fuente de inspiración, guia el camino para llegar al mar. En ese recorrido es donde la fantasía se puede hacer realidad, porque el bosque brinda los recursos necesarios para realizar los sueños. Es eso lo que buscan los jóvenes de la escuela Número 1 de San Clemente del Tuyú. Buscan otro tipo de enseñanza, otra metodología, una alternativa. Buscan expandir sus habilidades, sus talentos artísticos, seguir aprendiendo. También a un otro que le pase lo mismo…buscan la identificación. En esta escuela pública, situada en medio del follaje verde y cerca del mar, se dan clases de guitarra, expresión corporal, teatro y manualidades. El trabajo documental que la directora Silvina Estévez realiza en este instituto, tranquilamente puede interpretarse como un estudio etnográfico tradicional. En este caso, el cuaderno de anotaciones es reemplazado por la cámara. Con planos fijos y sonido ambiente para todas las escenas, nos muestra el día a día de los alumnos, directores, docentes y no docentes. Al ser una escuela de talentos artísticos, la directora pone énfasis en las manos y recurre al plano detalle para mostrarlas creando, como si tuvieran vida propia, como si no las manipulara la propia persona. Estévez no interviene en lo absoluto en ninguna escena, por lo que se siente que todo fluye naturalmente. Conocemos el modelo de escuela a través de la voz de los chicos y sus actividades. Los vemos estudiar al aire libre en grupos, con el bosque de testigo. Se trata de un documental lineal, que cuenta con un hilo conductor correcto. No necesita arriesgar métodos o incorporar recursos demás, porque todo está en el relato. Como espectador se puede seguir la historia sin ningún problema. En medio de las clases, hay un proyecto para el fin de la cursada, es la representación de la obra de teatro Tarzán. Ésta obra es trabajada durante todo el año, y puede observarse a lo largo del documental su desarrollo, rescatando todo el tiempo el trabajo en equipo, la unión, la amistad y el respeto por el otro. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
El filme del director Matías Szulanski, cuenta la historia de un grupo de mujeres que aceptan trabajos sucios. Mujeres dispuestas a todo por conseguir al chico que les gusta, mujeres con personalidades fuertes, mujeres jefas. En este cuento no hay lugar para el sexo débil y los hombres que las secundan sólo acompañan las decisiones que ellas toman. El protagonismo es absolutamente femenino. El elenco está compuesto por Flor Benítez (Payasa), Ana Devin (Pendeja), Macarena del Corro, Denise Yañez, Florencia Benítez, Ana Victoria de Vincentis, Fernando Miró, Claudia Schijman, Victoria Alsúa, Andrés Gil y el reconocido German Tripel. Sin embargo, el destaque es para la actriz Mirta Wons, quien personifica a Natalia “la gorda” López, y es la encargada de romper y volver a unir la historia. ¿Que constituye al relato para que el relato sea tal? El relato presupone la temporalidad, pero, en este caso, la temporalidad se quiebra. La descripción de la primera escena nos sitúa en un tiempo lineal y continuo, pero con los cambios que van sucediendo, el relato se fragmenta y distorsiona. Por esto el director elige contar la historia por capítulos, tomando diferentes partes, como una especie de rompecabezas. El trabajo de unirlas queda para al público. Ésta fue una excelente elección para narrar un cuento, en el sentido de que si lo hubiera hecho respetando los cinco elementos obligatorios del relato (la situación de equilibrio del comienzo, degradación de la situación de equilibrio, estado de equilibrio constatado, búsqueda de equilibrio y restablecimiento del equilibrio) sería una historia más, sin ningún matiz, y con poco que entregar al espectador. Szulanski marca la diferencia de manera acertada y divertida. Si bien la película posee una gran cuota de violencia, no deja de ser festiva, bizarra y hasta se las rebusca para entregarnos algunas escenas en la que predomina el suspenso. Pendeja, Payasa y Gorda, termina conformando una comedia negra independiente, que además de divertirnos, nunca deja de sorprendernos. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Este documental trata sobre la composición, los desafíos y emociones por los que Analía Couceyro, actriz de teatro, transita durante la conformación de un nuevo personaje que le han asignado. El director Fabian Fattore eligió la cámara fija y los primeros planos a la hora de observar a Analía, envolviendo el relato en un formato 4:3 expresado en blanco y negro. Actriz también muestra todo el proceso que enfrenta una sala para llevar adelante una obra teatral y llegar al resultado deseado. El espacio, la luz en el escenario, el sonido, el vestuario, maquillaje, son los elementos que veremos reflejado en la cinta. También encontraremos parte de la vida emocional de Analía, y es ahí cuando se quiebra algo del proceso que venimos observando. Este último aspecto alarga el desarrollo de los hechos y transmite la sensación de no agregar nada relevante. Son escenas que quedan fuera del foco de un relato que se torna extenso. Más allá de romper esa linealidad incorporando escenas en la vida diaria de la protagonista, el documental no deja de ser interesante. Aquellas personas que trabajan en el ambiente se sentirán identificados y lograrán conmoverse. Para el resto, que sólo curioseamos sobre el mundo actoral, será como ver un backstage. Un formato distinto y atractivo, una idea nueva que aporta al documental algo de magia y un misterio que solo el teatro nos brinda cuando se trata de los fuera campo. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Francisco de Amorrortu es un hombre de 75 años que vive en las cercanías de Pilar, más precisamente en “El campito”, provincia de Buenos Aires. Se dedica a luchar contra la devastación que se ejerce sobre la naturaleza, en donde el hombre y la maquina ingresan sin pedir permiso a pesar de las leyes que rigen la preservación de estos paisajes naturales. Para esto, reúne pruebas para denunciar a los emprendimientos inmobiliarios que construyen en lugares donde no deberían hacerlo, dando lugar a la ruina de esos suelos. Pablo Leonidas Nisenson nos muestra, en este documental, la lucha insistente y perseverante de este hombre por mantener con vida al ecosistema. Mediante el seguimiento que la cámara le hace a Francisco, lo acompañaremos desde que se levanta hasta que finaliza el día, pasando por su rutina en la reflexión y esa observancia de la naturaleza que realiza con mirada atenta y preocupante. El director eligió tratar el documental en un tono académico, por lo que la trama fluye de manera lineal, sin matices. La mayor parte de la película se basa en la entrevista a Francisco, y por momentos se torna densa y aburrida. Fácilmente se puede perder el hilo conductor de lo que está explicando. Presenta mucha información y cuesta seguir los conceptos que expone, pocas pausas se producen entre respuesta y respuesta que son demasiado largas y carecen de algún aditivo para que se transiten con mayor dinamismo. En numerosas ocasiones se muestra al equipo de producción prestando atención a los argumentos de Francisco, y en sus rostros se refleja distracción y hasta cierta desavenencia ¿No será un indicador para ver como el espectador recepcionará la cinta? Deben destacarse las tomas panorámicas sobre la zona del río Lujan que son retratadas por el mismo Francisco desde un helicóptero. La fotografía es adecuada y remarca los momentos del día. Un colibrí aparece en una escena, vuela y sobrevuela la ventana del protagonista. Sin embargo, al documental no le sucede lo mismo, quedando la trama en un segundo plano. Al margen de la manera en que está construido, es más que válida la lucha de este hombre por dejarle a sus nietos un lugar mejor en el que vivir, que es en realidad lo que intenta transmitir la película. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
El director Baltazar Tokman toma la historia real de una familia que se dedica, desde hace muchos años, a trabajar en una casa de sepelios ubicada en la localidad de Los Toldos, Provincia de Buenos Aires, para abordar este relato, en el que elige que el padre de familia y su hija Sofía sean los protagonistas, poniéndolo de manifiesto al inicio del filme. Sofía es consciente del delicado estado de salud de su padre, y esta será una de las razones por las que decidirá pasar una temporada en su pueblo natal. No solo para reencontrarse con su familia y recordar la cotidianidad de su infancia, sino también, como una especie de investigadora, indagará sobre el negocio familiar y la tradición de la Casa Coraggio, para replantearse si debe continuar, o no, con el legado. Se ocupa de su padre, de su madre que vive apartada de la familia, de su hija (que está a punto de cumplir quince años) y de una abuela que le transmite experiencia y le recuerda la importancia de continuar con el legado. Esta abuela, fundamental en su vida, será clave a la hora de tomar una decisión. Toda película reposa desde el punto de vista de Sofía, quien se pondrá al frente del negocio familiar y se asumirá dueña de Casa Coraggio. Un plano panorámico y la música instrumental, acompañan a padre e hija en el viaje hacia Los Toldos, es así como comienza esta historia en donde se desdibujan los límites entre la ficción y el documental. En la siguiente escena, nos encontramos en el patio con toda la familia e inmediatamente pasamos a formar parte de esta reunión. Por momentos, cuando la cámara acompaña a Sofía en la soledad de la casa, se quiebra la estructura del documental, sobre todo cuando el sonido ambiente se transforma en música extra diegética. Y entonces nos preguntamos si lo que estamos viendo es espontáneo o es algo que el director incorpora desde un guion. Con este recurso Tokman se despega, en parte, de lo documentado para dar vida a la ficción, e invita a los espectadores a que completen la otra parte de la historia que no se muestra. Cabe señalar que cuando todo surge de manera libre, más fluida se desplaza la narración. Las hermosas tomas panorámicas, sumada la presencia de los no actores y el adentrarnos en el ritual de preparar a un fallecido para un velatorio, aprender de esta profesión y ver con que profesionalismo y respeto lo hacen, dan como resultado un filme honesto y valioso. A través de la voz de la experiencia, Casa Coraggio busca que las personas se identifiquen con vivencias del pasado, para así poder delimitar en el presente la propia identidad y de esta forma trazar el camino a seguir. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
En el Puerto Rawson, Provincia de Chubut, es el terreno elegído y en donde se desarrolla este documental dirigido por Gastón Klingenfeld. El objeto elegido, es un barco de madera pesquero llamado Pica I. En él, se teje una leyenda de más de sesenta años, la familia Iglesias es la dueña de esta embarcación y la protagonista de la historia de cómo se fundó Puerto Rawson. Juan Iglesias, el patriarca y fundador del Pica I, es el que transmite a su descendencia el destino de seguir zarpando en el mar de la Patagonia. Por medio de primerísimos planos Juan, nos muestra y nos cuenta la historia del navío a través del relato y del plano que tan celosamente atesora junto a una antigua foto. Este trabajo cuenta con testimonios de la familia mencionada y de las mujeres que se quedan en tierra cuando sus hombres se internan en aguas profundas, a sabiendas, de que el mar es peligroso y viven con la incertidumbre de no saber si volverán. Esto hace que la narración tenga dos ejes bien marcados. Los testimonios son separados por imágenes fotográficas dando la sensación de ser imágenes vivientes, un excelente trabajo por parte de la dirección fotográfica de Nicolás Richa que logra atravesar la pantalla incorporando al espectador en los bellos paisajes de la Patagonia. Gastón Klingenfeld se compenetra en la vida de estos hombres que crecieron en medio de barcos, en medio del mar, en medio de majestuosos paisajes. Se interna en el oficio de estos hombres mostrándonos cómo realizan el trabajo día a día. Legado de mar es un excelente documental en donde lo observacional se nota de manera precisa. Al director no se lo ve intervenir y todo fluye como si no estuviéramos ahí. La inmensidad del mar y todas las historias que alberga son registrados en esta narración centrada en ese barco (Pica I) que lleva tantos años navegando. Y como dice Leonardo: “Mi papá es un precursor de la pesca, es histórico porque se hermanan dos cuestiones: el Pica es el barco más viejo de la flota amarilla de Rawson en actividad hoy en día, y mi papá es uno de los últimos sino el último de los pescadores antiguos de Rawson”. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Las imágenes de los matorrales de un pueblo, acompañadas por el relato de una voz en off en lenguaje policíaco, son los elementos que el director Lucas Distéfano utiliza para comenzar a reconstruir, a través de diferentes testimonios, los sucesos que llevaron al trágico desenlace de una inusual relación entre una mujer y un jubilado 44 años mayor que ella. El hecho transcurre en el pequeño pueblo de San José de las Salinas (una comunidad de 700 habitantes en la provincia de Córdoba). Los relatos de los vecinos, personal policial, abogados y jurados, nos introducen en los pormenores del matrimonio, exhibiendo la vida del mismo y por supuesto, a lo ocurrido aquel fatídico día en que Norma y su hermano decidieron, de acuerdo a la condena que pesa sobre ellos, terminar con la vida de Ramón. Las entrevistas nos permiten conocer desde diferentes puntos de vista, tanto conjeturas sobre el asesinato como la relación de la pareja. Es interesante destacar el rol de la peluquera del pueblo como “entrevistadora”, ya que la confianza que los vecinos tienen con ella, hace que aporten sus propias conclusiones y especulaciones sobre los motivos que pudieron haber llevado a Norma a cometer el crimen. El cuerpo de Ramón es encontrado en un aljibe gracias a los rebuznos de un burro, propiedad de uno de los vecinos, y lo llamativo es que es el primer asesinato cometido en el pueblo. Al espectador también se le permite conjeturar sobre el trágico acontecimiento, ya que el director no ofrece una recreación del mismo, sino que genera un clima de intriga y especulación. Aspectos bien desarrollados por Distéfano, quién logra como resultado un documental objetivo y sincero, planteando de manera correcta el conflicto, lo qué quiere contar y cómo lo quiere narrar. Utilizando desde tomas panorámicas, travellings hasta planos detalles y primeros planos, el realizador nos ofrece conocer una historia real sobre un asesinato que conmovió a una comunidad pacífica, visibilizando la voz de estos vecinos, así como su idiosincrasia. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
Pinamar es la historia de dos hermanos, Pablo (Juan Grandinetti) y Miguel (Agustín Pardella), quienes viajan a la ciudad costera para dispersar las cenizas de la mamá y vender el departamento que heredaron. Los hermanos regresan a una Pinamar de baja temporada, desierta, con frio y viento, en donde se reencontrarán con la hija del encargado del edificio, que los integrará a su grupo de amigos para que tengan una estadía amena y no se sientan tan solos. El relato es interesante: dos hermanos se quedan solos, vuelven a ese lugar de la infancia que tanta felicidad les dio, y en donde hay recuerdos por todos los lugares que caminan. Poquísimos diálogos se desarrollan a lo largo de la película (un recurso del que a veces abusan los directores). Primeros planos silenciosos, estáticos, demasiado extensos. Planos detalles que en algunas escenas quedan a libre interpretación del espectador y se suspenden en ese momento. Si las escenas hubieran estado acompañadas por un flashback o narradas por los protagonistas, suplantando esos minutos silenciosos, entonces el resultado hubiera sido otro. El espectador podría identificarse en la mirada nostálgica de estos hermanos que perdieron a su mamá. Se rescata la dirección actoral, la dupla protagónica y la química que se observa. El director logró marcar el antagonismo a través de la manera en que cada hermano asume el duelo. Con un poco más de cuerpo, el filme habría evitado generar esa sensación de querer adelantar la película al momento final, saltar los tiempos muertos que poco transmiten, para llegar a donde los protagonistas resuelven el cuasi conflicto de la trama. Federico Godfrid crea un fuera campo para que el espectador complete lo que no se ve, pero justamente lo interesante habría sido ver como él construye ese vacío narrativo. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz