Justicia implacable representa la segunda oportunidad en la que Guy Ritchie realiza una remake basada en la obra de otro director.
El antecedente previo había sido Swept Away, el peor título de su filmografía, protagonizado por Madonna (su por entonces esposa) en el 2002. Una comedia romántica fallida que reimaginaba un clásico del cine italiano de los años ´70 y fue aniquilada tanto por el público como la prensa.
Desde entonces Ritchie nunca más volvió a explorar ese género.
En su nuevo proyecto abordó nuevamente el concepto de la remake para brindar un gran thriller de acción que se destaca entre las novedades de este año.
La película está inspirada en la producción francesa Le Convoyeur (2004), de Nicolas Boukhrief, quien luego fue guionista de Silent Hill. Uno de los artistas que mejor entendió la adaptación de un video juego en el cine.
Esta producción, que suele emitirse en la televisión con el título en inglés de Cash Truck, fue una propuesta muy interesante que combinaba el neo noir con la heist movie, centrada en la organización de los grandes asaltos.
Una característica especial que hizo sobresalir al film en su momento fue el realismo con el que se describía los procedimientos operativos de las compañías de transporte de caudales. Algo que no tenía antecedentes en el género.
Más allá del relato de venganza que presentaba el argumento, el director se metía en la cocina de este oficio donde la tensión es constante debido a la sumas de dinero que trasladan los empleados.
En Justicia implacable encontramos un gran ejemplo de cómo debería trabajarse el concepto de la remake. Aunque el contenido de la premisa sigue siendo el mismo, Ritchie no ofrece un burdo refrito de la propuesta francesa sino que construye el relato con un tono diferente.
Desde las secuencias iniciales queda claro que el guión estuvo a su cargo y no está ausente el despliegue de testosterona, con los infaltables comentarios sexistas, homofóbicos y todas las fobias que quieran incluir.
No hay modo que el cineasta inglés se adapte a los tiempos de la corrección política y el tipo hace la suya a través del circuito independiente. Una particularidad de este film es que no se apega a los elementos cotidianos de realización que solemos encontrar en sus obras.
En esta oportunidad dejó a un lado la estética de video clip y edición frenética que suelen acompañar sus trabajos, además de la banda de sonido llamativa y el contenido humorístico, con el fin de ofrecer una propuesta que evoca el estilo de cine de acción que se hacía en los años ´70.
En ese sentido el rol de Jason Statham claramente se nutre de esos tipos duros con cara de piedra que solía encarnar Charles Bronson.
Dentro de la inevitable comparación con la obra francesa, un aspecto donde la remake supera a la original reside en el grado de tensión que le aporta Ritchie a las secuencias de acción y suspenso.
La producción original tenía un tono narrativo pausado mientras que la remake cuenta con secuencias más impactantes y cambia varios aspectos del personaje principal. En este caso la trama se vincula al género gánster y el final es diferente, motivo por el cual la remake tampoco cae en el típico refrito hollwoodense.
Statham, en su cuarta colaboración con el director se luce también con un rol más dramático que poco tiene que ver con los héroes de acción que encarnó en sus últimos proyectos.
Dentro del reparto secundario Holt McCallany (Jack Reacher) y Scott Eastwood son los las figuras que tienen espacio para destacarse y resultan muy efectivos en esta película.
Si bien la tensión se desinfla un poco en la mitad cuando Ritchie revela las motivaciones del protagonista, luego el film vuelve a cobrar intensidad con la carnicería que se desata en el clímax.
Acción de la vieja escuela, sin abuso pedorro de CGI, cámara lenta y el contenido Plaza Sésamo con lecciones moralistas que son moneda corriente en los estrenos de la actualidad.
No inventa nada ni tiene la intención de hacerlo. Justicia implacable es simplemente un thriller de venganza impecablemente filmado que cumple con la función de entretener a través de un sólido exponente del género.