El regreso a un terreno desconocido
Hace una década y un año, Guy Ritchie se erigía con Snatch: Cerdos y diamantes (2001) como una nueva ramificación de ese cine industrial cool que hacía maridar escenas de acción, humor y una exacerbada musicalización que se desbordaba por los costados de las imágenes. La casi nula sustancia de sus películas hizo que Ritchie se quedara pedaleando en el aire. Tan solo parecía ofrecer una capa formal de ralentis, aceleraciones y frases vacuas pero cancheras, que envolvía historias de mafiosos poco cerebrales o personajes en situaciones extraordinarias involucrados… con la mafia. Ni siquiera sus productos por encargo dejaban entrever un atisbo de novedad; deambuló entre proyectos imposibles como Insólito destino (2002) y otros bien cuadrados y ajenos a su mundo, como la versión live action de Aladdin (2019). Los antecedentes de este director inglés poco alentaban a que Justicia implacable fuera una película muy diferente de lo que alguna vez dirigió.
No es frecuente que el cine nos dé estas sorpresas. Hay carreras que parecen torcidas para siempre y que su enderezamiento es más una idealización de lo que alguna vez fue. Pasó con M. Night Shyamalan, que tuvo que chocar de frente contra una pared para quedar al borde de la “destrucción total” y así reinventarse con un regreso al nivel del inicio de su filmografía. Algo similar sucede con Ritchie. Si bien nunca fue la promesa o lo que se esperaba de un director como Shyamalan, existe -en esa vuelta a una fuente- la razón para pensar que la clave para reencauzar la carrera esté en el redescubrimiento del confort, una palabra que frecuentemente tiene un uso peyorativo en frases hechas poco pensadas. ¿Por qué Ritchie debería alejarse de un mundo que conoce? ¿Es ese el problema de su cine? ¿Las historias de mafiosos londinenses? Las debilidades están en otro lado, principalmente en el empleo de una retórica burlesca y ruidosa, que incluso en esa veta no siempre alcanzan el objetivo; ni en las escenas de acción ni en la comedia. Mágicamente, todos esos problemas no aparecen en Justicia implacable.
La nueva película de Guy Ritchie no parece una película de Guy Ritchie. En realidad, no se asemeja a la película de ningún director, y esto no significa que sea algo jamás visto, sino que pudo haberla dirigido cualquier realizador de acción más o menos capaz. Lo que podría ser un insulto para el director de El agente de CIPOL (2015) es en realidad una cualidad presentada para hacer, en este caso, un thriller algo enmarañado por la estructura del relato (armado principalmente a partir de un par de flashbacks largos) pero con el esqueleto clásico de una película de venganza. Aquí el protagonista es un hombre misterioso llamado H (Jason Statham), quien consigue empleo para una empresa transportadora de caudales algo turbulenta de Los Ángeles, pero capaz de tomarle una prueba de ingreso que el aspirante supera apenas sobre el estándar de aprobación. En una de las primeras jornadas laborales evita un asalto al camión que transportaba, con una violencia inusitada que lleva a sospechar a sus compañeros sobre su verdadera identidad, pero en especial sobre cuál es su verdadero objetivo.
Desde el plano secuencia inicial, Ritchie planta bandera sobre el tono de la película, y además sienta las bases formales. Lo que en él, hace unos pocos años, hubiera sido una masturbación adolescente de un montaje desenfrenado atiborrado de cortes, aquí es un único plano fijo encuadrado con precisión que cuenta el prólogo de la historia, mientras dos guardias de seguridad tienen una conversación sin importancia. En la distracción para sorprender con la acción hay, como mínimo, oficio y rigor en la elaboración de la puesta de cámara. Sobre este inicio el relato regresa y tuerce los puntos de vista, a los cuales les agrega información y construye sentido sobre la búsqueda del protagonista por justicia (a su manera, claro). Si en su película más reciente, Los caballeros (2020), ya presentaba una madurez, aquí redobla ese crecimiento exponencial de su cine al reacomodar una premisa que, en otro momento, se hubiera nutrido de parafernalia y estruendo. Quizá si se peca de exceso de fervor pueda creerse que esta es la mejor película de Guy Ritchie. Sin embargo, en el mapa del cine industrial actual, la aparición de estos ejemplos del cine de acción más clásicos necesitan de la idealización para que regrese de esta forma; una más artesanal tanto en la confección narrativa como en su estrategia visual.