Jason Statham y Guy Ritchie se juntan para la venganza
La trama sigue a H, un personaje frío y misterioso que trabaja en una empresa de camiones de efectivo, responsable de mover cientos de millones de dólares por Los Ángeles cada semana.
Desde el interior de un camión de caudales, vemos como la rutina de dos choferes verborrágicos es interrumpida por un robo que les corta las ganas de hablar. Sin perder el punto de vista del interior del vehículo, escuchamos la radio que alerta la llegada de las autoridades, y por fuera se oyen los disparos y gritos de algo que sale mal, muy mal. Como broche a este prólogo, una intro Bondiana, que recuerda a The Gentlemen, legitima este remake de Guy Ritchie que empieza potente, pero cae paulatinamente dejando un sabor agridulce.
Basada en el film Le convoyeur, de Nicolas Boukhrief, esta nueva versión nos pone en los zapatos de Patrick Hill, interpretado por Jason Statham que muestra un porte soberbio e imponente. Hill (llamado H para economizar cancheramente) tras la tragedia que observamos en principio, ingresa a la empresa para ser entrenado por Bullet (Holt McCallany o Tench, de la enorme Mindhunter) y así convertirse en el nuevo chofer que la compañía necesita.
Desde el inicio percibimos la oscuridad de H; tiene algo que esconder, y no solo por la mirada ruda de Statham, sino por el hecho de que la trama se esfuerza en hacernos creer que el personaje miente con su desempeño algo desprolijo. El porqué, como espectadores, no solo sospechamos, sino que sabemos que algo tiene entre manos, puede relacionarse con el problema de castear héroes de acción para papeles que lo son, por más que pretendan no serlo. Algo que no molesta, pero ayuda a disolver la sorpresa.
¿Se acuerdan de Nobody? Sabemos que es de acción, pero ¿Quién se imagina a Bob Odenkirk partiendo madres? No me malinterpreten, la dupla Ritchie – Statham siempre es bienvenida, pero es tiempo de pensar en cómo esto afecta en que el espectador mantenga la intriga.
Volviendo a la trama, luego de presenciar diversas secuencias en las que, muy ágilmente, nos deslumbra con su destreza al frustrar diversos robos aleatorios al camión que maneja, descubrimos la verdad sobre este. El porqué está ahí y cuáles son sus intenciones no solo están relacionados con una oscura venganza, sino que la misma está íntimamente relacionada con la escena inicial, y con los actuantes de la misma. Así, la trama se centra en el lado B, pero sin más intenciones que explayar, lisa y llanamente, el plan del robo que se lleva a cabo. Con un montaje confuso, que va y viene en el tiempo, y con una falta de carisma que hace que poco nos importen los nuevos personajes, el choque de ambas historias se transforma en una secuencia intensa, pero poco memorable.
Los robos fallidos y las traiciones que llevan a situaciones hilarantes e irónicas son, en definitiva, el cine de Ritchie. Pero en este caso, lo fallido es la búsqueda de la madurez, queriendo adaptar un estilo a una historia que pide lo contrario. Nos reímos, nos indignamos y comprendemos a los grupetes de Lock, Stock … y Snatch, hasta nos dejamos llevar por el relato que Fletcher le vende a Ray en The Gentlemen, esto es por el simple hecho de que los personajes están a merced de la trama, para que esta evolucione gracias a su accionar. En Wrath of Man, la trama subyace a los personajes, haciendo que estos no sean más que los títeres de Ritchie, actuando y moviéndose para que el relato funcione, sin colores ni ruido suficiente.
A pesar de esto, la película tiene sus aciertos. La musicalización de Christopher Benstead agrega un ritmo estrepitoso pero marcado, sus compases graves se introducen en nosotros haciéndonos participes de aquella oscuridad omnipresente. La verborragia llena de diálogos un poco superfluos y pretencioso evolucionan en silencios incómodos y susurros cómplices, algo que marca muy bien el tono y la evolución de la trama. La frutilla del postre es Statham, que demuestra una hábil interpretación, corriéndose un poco del lado de héroe indestructible y aproximándose más a un costado reflexivo, dónde este héroe se plantea, sin escapar a su espíritu de venganza, si su accionar fue el que lo puso allí.
Wrath of Man es sobre la lucha de depredadores en una jungla de concreto, dónde las palmeras llenas de dinero son golpeadas incesantemente por gorilas que buscan la supremacía y el poder. Una vez más, Ritchie nos muestra las consecuencias de querer joder al jodido, y cómo este, casi como un ente destructor e imparable, se cobra la cuota que le corresponde, y un poco más, para dejar en claro quién manda.
No es una película mala, ni mucho menos insoportable. Es un ejercicio en el que brillan cosas, pero muchas otras quedan opacadas por un Ritchie ya maduro, que busca plasmar algo innovador en su filmografía, pero que al mismo tiempo se desespera en volver al lugar que dejó hace décadas.