Una de las mejores películas que vi en 2020 fue danesa y tuvo a Mads Mikkelsen como protagonista. Another Round / Otra ronda, de Thomas Vinterberg, abordaba la problemática del alcoholismo desde la perspectiva de varios amigos que intentaban “convivir” con esa dependencia. Y algo similar ocurrió en 2021 con otra notable producción de ese origen encabezada por el mismo actor, Riders of Justice, que inauguró el Festival de Rotterdam y un año después se estrena en los cines de Argentina como Justicieros.
Tanto Otra ronda como Justicieros son películas duras, exigentes, provocadoras, incómodas, de esas que obligan a superar malestares y hasta irritaciones iniciales. Son propuestas que salen de las normas, los cánones y las fórmulas, y nos obligan -por lo tanto- a un esfuerzo adicional para no caer en análisis cargados de prejuicios y lugares comunes.
De hecho, los primeros minutos de Justicieros me hicieron presagiar lo peor. Markus (Mikkelsen) es un militar de carrera que le informa a su esposa y a su hija adolescente que deberá quedarse tres meses en el frente. En ese mismo momento, el motor del auto familiar se niega a arrancar, ellas deciden tomar un tren y, a los pocos segundos, el mismo vuela por los aires. ¿Accidente o atentado? Lo concreto es que la madre muere; y la hija, Mathilde (Andrea Heick Gadeberg), sobrevive. “Otra película sobre las atrocidades de Europa que nos llevará a un ensayo sobre la cupla”, pensé con algunos films de Susanne Bier en mente. Por suerte, esta vez no pude estar más equivocado.
Tras ese impactante y desgarrador arranque, entran en escena tres personajes extraordinarios interpretados por Nikolaj Lie Kaas, Lars Brygmann y Nicolas Bro, unos auténticos y queribles freaks, expertos en la tecnología (obsesionados con los algoritmos y las probabilidades) y en el arte del hackeo. Por cuestiones que son bastante largas de explicar (¡pasa de todo en las casi dos horas de Justicieros!) estos tres excéntricos antihéroes terminarán sumándose a Markus en un film sobre la venganza, una conflictiva relación padre-hija, el accionar de los grupos de ultraderecha y las profundas diferencias generacionales. Y lo hace yendo de la comedia negra bien deforme hasta el cine de acción con escenas hiperviolentas que incluyen elementos propios de los duelos del western clásico.
Drama, humor, confesiones íntimas y una mirada muy desencantada y cuestionadora hacia la figura del hombre duro, distante, rígido e implacable. Los tres nerds / geeks y un joven inmigrante que sobrevive como taxi boy surgen como la antítesis del militar: son torpes, inseguros, contradictorios y sensibles. Como en Otra ronda, el director de Las manzanas de Adam reivindica en su quinto largometraje como director (es ante todo un prolífico guionista) la nueva masculinidad: una que no nos obligue a ser máquinas perfectas y proveedoras sino seres abiertos al error, la experimentación, la comprensión, la debilidad y la emocionalidad. Una de esas películas que crecen a medida que las dejamos sedimentar y las analizamos con mayor profundidad.