Justicieros

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Dickens, pero policial y con humor negro

“Justicieros” es como “Cuento de Navidad” pero en clave de cine negro, con un humor oscuro y sobre un tema muy actual. Salvando las diferencias, el Ebenezer Scrooge de Dickens es en este caso Markus, un militar eficiente y poco afectuoso interpretado por Mads Mikkelsen. El orden de su vida como personal apostado en algún país fuera de Dinamarca sufre un sismo cuando su esposa muere en un accidente ferroviario en el cual sobrevive su hija Mathilde.

El siniestro es investigado y rápidamente es considerado un accidente, pero uno de los sobrevivientes y testigo casual, integrante de un trío de nerds, no coincide con la policía. Se trata de Otto, un especialista en estadísticas que debería haber muerto en lugar de la mujer a la que minutos antes le cedió su asiento en el metro. En sus dudas lo acompaña su socio Lennart, que acumula horas de terapia como si fuesen millaje en su tarjeta de crédito, y Emmenthaler, un hacker solitario y resentido.

Con las mejores intenciones, Otto se acerca primero a la policía para manifestar su teoría de que podría ser un atentado y no un accidente. Cuando los oficiales descartan esa posibilidad, decide comenzar su propia investigación en la que involucra a Lennart y a Emmenthaler y se ponen en contacto con Markus. Primero reticente a creer en esas supuestas teorías de tres paranoicos, finalmente el hombre, dolido por la muerte de su esposa y conmovido por la tristeza de su hija, acepta ablandar su corazón y poner en marcha un plan para averiguar lo que, suponen, es la verdad de lo ocurrido, en un filme en el que el humor se construye en base a la incomodidad que produce reírse de lo que se considera políticamente correcto.

“Justicieros” reúne lo mejor del policial nórdico que ganó impulso en los 90, primero con los libros de los suecos Henning Mankell, protagonizados por el detective Kurt Wallander que dieron origen a la serie de Netflix “El joven Wallander”, y las tres novelas de Stieg Larsson, “Los hombres que no amaban a las mujeres”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, que se convertirían en cine en la exitosa saga “Millennium”, con el personaje de Lisbeth Salander al frente de los tres relatos.

Con la llegada de Netflix, se hizo evidente que la industria audiovisual nórdica no solo producía excelentes policiales, sino que también podía atravesar con similar eficacia todos los géneros. Primero, por supuesto, el thriller, como las islandesas “Trapped” y “Los asesinatos del Valhalla”, pero además la ciencia ficción, como la danesa “The Rain” o la acción, como “Ragnarok”, basada en la mitología noruega. El desembarco de la plataforma demostró que los creadores nórdicos son, además, maestros del humor.

Así lo indican las noruegas “Norsemen”, una disparatada parodia sobre los vikingos; la comedia negra “Lilyhammer”, protagonizada por Steven Van Zandt como la reencarnación del mafioso Silvio Dante que interpretó en “Los Soprano” o “Fallet”, un policial en clave de sátira. “Justicieros” es un extraordinario cruce entre toda esa riqueza narrativa y diversidad conceptual, que fusiona la oscuridad del género con un humor ácido, seco e infalible sin descuidar la idea central y más reflexiva de que toda acción tiene consecuencias. En los minutos finales se revela por qué los cuentos de Navidad no siempre pueden ser lo que parecen.