Un documental que pronosticó la caída
Hacia el final de este documental protagonizado y producido por Justin Bieber y sus colaboradores más cercanos, después de cuidadas imágenes de canciones perfectamente coreografiadas y pasajes del detrás de escena igual de ensayados, y cuando ya nadie lo esperaba, algo de verdad se mete por la ventana de la historia. "Él en realidad no entiende qué es el fracaso", dice el productor musical Rodney Jerkins con tono de resignación. Y esa reflexión honesta, una de las pocas que aparecen en el film, resume todo lo que se vio antes en la película y lo que sucedió después en la vida y la carrera de la estrella caída del pop.
Un chico que a los 19 años ya tiene más éxito, fama y millones que sensatez y que aun antes de su arresto en Miami la semana pasada estaba necesitando limpiar su imagen para mantener el negocio a flote. Especialmente para conservar a esas fans infantiles de las que no para de hablar cada vez que aparece en pantalla. Esporádicos segmentos filmados durante una charla con su representante, un par de amigos y el director del film, Jon M. Chu, que en algún momento le preguntará si no teme convertirse en un desastre como Lindsay Lohan, Britney Spears o Michael Jackson. La respuesta de Bieber podría pasar por inocente y algo arrogante si no fuera por los hechos recientes. El muchacho sonríe, dice que no, que él tiene los buenos valores que le enseñó su mamá y que cuando era chico nunca faltaba a misa los domingos. Claro que, más allá de lo que dice, la tensión y la incomodidad se perciben claramente, un clima muy diferente del que tenía Justin Bieber: Never S ay Never, el documental de 2011 en el que se relataba el ascenso de la estrella desde su pueblito canadiense natal hasta el show agotado en el Madison Square Garden. También dirigido por Chu, aquel film insistía en la importancia de los sueños, en la fidelidad de los fanáticos y el poder de YouTube como un medio de difusión inmejorable. Pero, sobre todo, dejaba entrever las razones del suceso de Bieber, su simpatía y su carisma, que, sólo dos años después, se perciben cuando está sobre el escenario. De hecho, para los buscadores de poco felices coincidencias, el show que constituye la columna vertebral del relato es uno que el cantante dio en 2012 en Miami, la misma ciudad en la que la semana pasada Bieber parece haberle puesto punto final a la ilusión de inocencia que muchas de sus jóvenes fanáticas aún defendían.
Muy parecido a otros documentales promocionales de su tipo, con un gran despliegue a la hora de mostrar el concierto y muy poca sinceridad en el resto de los pasajes, Justin Bieber: Believe fue pensado para fanáticos y terminó siendo material de archivo sobre la caída libre de su ídolo.