¿Un dulce angelito?
Justo en el momento más controvertido en la carrera del ídolo teen que en diciembre pasado pareció tocar fondo, con fuertes rumores de deportación por su conducta antisocial, entre anuncios y desmentidas acerca de un alejamiento definitivo de la música, llega este muestrario hecho a medida de las admiradoras que necesitan seguir teniéndolo como referente, además de la poderosa estructura sostenida por miles de personas que en todo el mundo trabajan en la realización de sus tecnologizados megashows.
En este flamante documental, que en los días presentes marcha entre los primeros de la taquilla, hay que olvidarse de aquellas polémicas extramusicales que han llevado a la estrella pop de los adolescentes a las primeras planas, porque las cosas han cambiado afuera, pero el contenido de este segundo registro sobre su carrera (el primero fue “Never Say Never” en 2011, que mostraba la construcción del fenómeno) no se propone indagar ni ser incisivo, lo que es evidente en la poca agudeza de las preguntas y de los registros visuales.
El director-amigo es el mismo y la estructura consiste en la clásica mezcla de momentos del show, con el backstage y las entrevistas al entorno más cercano. Es permanente la intención de apuntalar la imagen angelada e inocente del ídolo, seleccionando cuidadosamente cada comentario, cada acción y cada sonrisa.
Lejos de la imparcialidad
No es simple buscar una reflexión fría sobre los puntos más interesantes de un documental de apenas 92 minutos sobre el fenómeno Bieber. Es ante todo un producto ágil, estético y entretenido pero lejos de la imparcialidad necesaria para balancear los claroscuros del fenómeno. Apuesta a mostrar aquellos puntos de vista más correctos de una realidad contradictoria, apela a la emoción de sus receptores, a la estética y al trabajo organizado para buscar la inspiración.
Una gran parte está dirigida a sus fanáticas: hay muchos planos-detalle de ellas durante el concierto, palabras de amor y de histeria rayanas en lo cómico, con escalas variadas de gritos. Uno de los momentos más interesantes del documental es precisamente la salida de la estrella desde un estadio, luego de un show: la secuencia de las fans rodeando al auto y golpeándolo mientras aúllan, es estremecedora. La cámara subjetiva nos coloca en el incómodo lugar del que va allí adentro. También hay lugar para las lágrimas con la extensa aparición de Avalanna Routh, la nena de seis años que falleció en septiembre de 2012 luego de luchar contra un cáncer cerebral, y a la que Justin le rinde tributo en vivo.
Algo de verdad
La película privilegia lo que quiere expresar el carismático adolescente: se registra el proceso creativo desde su gestación, mostrando al ídolo que borronea versos sobre papeles en la soledad de su cuarto. Lo exhiben con su equipo más cercano, coordinando pasos con sus bailarines y sonidos con sus asesores musicales. Allí vemos cómo esboza grititos rítmicos junto a anónimos músicos avezados que intentan traducirlos y mejorarlos.
El documental trata de parecer sincero y espontáneo, entre cuidadas imágenes de canciones perfectamente coreografiadas y pasajes del detrás de escena muy escogidos y cuidadosamente seleccionados. A pesar de todo y en medio de tanta dulzura y perfección, algo de verdad se mete por la ventana y se nota la necesidad de limpiar la imagen controvertida para mantener el negocio a flote.
Más allá de lo que se dice, se percibe cierta incomodidad y se menciona todo el tiempo a la presión sobre el ídolo. Éste luce equilibrado y se minimiza -aunque se muestra- cierto incidente donde monta en cólera porque lo insultan. Varias veces se lo pone en papel de víctima y le repiten que muchos lo quieren ver caer. Él se limita a poner cara de circunstancia o reiterar que está siempre bajo presión, ante lo cual afirma que la mejor fórmula es invertir esa fuerza, esa mala energía y ¡¡¡Volar!!! Y precisamente es ésa la idea fuerza que sostiene todo el recital, donde las alas son el ícono fundamental del estilizado show que invita a entrar en su seductora burbuja, aunque no todo lo que brilla sea oro.