A todos nos llega la hora Justo en lo mejor de mi vida (Leonardo Calderón, 2016) es la transposición de la obra de teatro homónima que estuvo en cartel algunos años atrás. Y, en la pantalla, eso se nota. Enzo (Pablo Alarcón) es un bandoneonista que, tiempo atrás, tenía una muy buena relación con su esposa (Ingrid Pelicori). También era mejor tratado por su hija (Lucía Stella), una joven que debe afrontar un momento particularmente complicado. El presente lo muestra cansado, con cierta nostalgia por tiempos que fueron mejores. Todo parecía ser mejor en el pasado; incluso, la relación con los amigos, de esos que están en las buenas y en las malas, y de los que hace tiempo no tiene noticias. Uno de ellos es “Piguyi” (Claudio Rissi), que un día regresa de la muerte. El mismo día en el que Enzo muere, para más datos. En Justo en lo mejor de mi vida se nota la cualidad de “transposición”; por la escasez de locaciones, por la puesta televisiva con algunas decisiones estéticas ya caducas (el “barrido”), por cierta altisonancia en las actuaciones y algunos cuadros de humor en donde la palabra cobra la relevancia que, otra vez, en el teatro opera con una dinámica y un nivel de escucha mucho más atractivo. Por todos estos motivos se debilita el conflicto del film: la dificultad de aceptar el desprendimiento del universo de los vivos, entre los cuales conviven los momentos de alegría y los de tristeza. La obra de Alicia Muñoz (aquí guionista) tuvo una buena repercusión en el teatro, territorio en donde el humor costumbrista goza de mejor salud que en el cine. Quizás, porque este tipo de propuestas actuales se amoldan a otras que ya conforman una tradición; o porque las posibilidades expresivas de los actores se ajustan más a las coordenadas del “aquí y ahora” específicas del teatro. En el cine, el humor costumbrista, el humor anclado en las observaciones cotidianas, necesita “una vuelta de tuerca”. Y no es que en la película no haya buenos actores (a los apuntados, hay que agregar a Fabián Arenillas, quien interpreta al hermano de Enzo), pero ciertamente no logran destacarse.
Otra teoría sobre si hay vida después de la muerte, si hay un más allá, si hay un lugar más amable para permanecer toda la eternidad que no sea el planeta tierra. Todo relatado sin solemnidad, ni cuestionamientos filosóficos profundos. El director Leonardo Fabio Calderón aborda este tema con una producción narrada en un estilo más teatral que cinematográfico, donde vemos como la vida del bandoneonista Enzo (Pablo Alarcón) termina imprevistamente durante la noche, acostado en la cama junto a su mujer Verónica (Ingrid Pelicori). El relato transcurre en menos de 24 horas. Porque en la mañana el protagonista aparece muerto, y se ve muerto, si, se ve muerto, porque el truco cinematográfico hace que a Enzo lo venga a buscar su amigo y compañero de orquesta, Piguyi (Claudio Rissi), que está muerto hace unos diez años y lo lleve al destino final. Todo lo que sucede luego es el desarrollo de lo que se acostumbra a hacer en estos casos: llorar al fallecido por parte de su mujer y su hija, del hermano de Enzo, Lucho (Fabián Arenillas), que se encarga de hacer los trámites con la funeraria, de las vecinas chusmas que elucubran cuál fue la causa del deceso de Enzo, etc. Prácticamente toda la historia transcurre en el interior de la casa familiar, donde los músicos se encuentran en el mismo ámbito que sus deudos, pero no pueden ser vistos ni escuchados, todo lo contrario a ellos, que son testigos de todo, pero no pueden hacer nada. Las reflexiones de los amigos muertos, que están en otro plano de la realidad, sobre el querer volver a la vida, que todavía no es el momento de partir, etc., se mezclan con las cosas que se van enterando con el desarrollo de la narración, los reproches, las deudas pendientes, las relaciones familiares, los secretos ocultos durante años, y los actuales, todo contado con un tono medido, sin ser una comedia ni un drama. La puesta escénica es austera, destacándose la eficiencia y solvencia de las actuaciones de Ingrid Pelicori y Claudio Rissi, y la realización se sostiene en los diálogos que son como capas de cebolla, donde siempre hay una nueva información para asimilar, tanto del lado de los muertos como de los vivos, y logra mantener el interés del espectador. La idea es contar una historia con un tono cordial, pero sin involucrarse demasiado en disquisiciones teológicas o espirituales.
Teatro como en el teatro Una versión fílmica de la clásica obra de Alicia Muñoz llega a la pantalla grande, en esta ocasión protagonizada por Pablo Alarcón y Claudio Rissi. Siempre que una obra de teatro trasciende su medio y llega al cine, surgen las odiosas comparaciones que buscan encontrar en qué se diferencia una de la otra. Sin embargo, en esta versión fílmica de "Justo en lo Mejor de mi Vida" busca llevar la misma historia, que cuenta apenas con algunos recursos más que los que podría tener una representación de la obra de Alicia Muñoz pero con la ventaja de poder acercar esta emotiva historia a un público más masivo del que asiste a las salas teatrales. El argumento se centra en Enzo, un músico de orquesta que ha decidido darle prioridad a su familia antes que a su carrera profesional y por eso vive una vida contrarreloj, de show en show, lo que lo ha llevado a desencontrarse con su esposa e hija. Una mañana, Enzo (Pablo Alarcón) recibe la visita de Piguyi (Claudio Rissi), un compañero de orquesta a quien no veía desde hace diez años debido a que el éxito lo ha llevado a recorrer el mundo. Pero a los pocos minutos, Enzo irá irá descubriendo que este misterioso encuentro tiene lugar en el día de su muerte, y que en realidad, él y Piguyi están muertos y son testigos de las vivencias de la familia del primero ante el hecho concreto de su deceso. El amigo, como muerto con experiencia, le aconseja abandonar el lugar y no enterarse de las dolorosas realidades que se destaparán ante su partida definitiva, pero la curiosidad es más fuerte y decide quedarse... En esta línea, la historia transcurre casi únicamente en la casa de Enzo, donde se van reuniendo su esposa Verónica (Ingrid Pellicori), su hija Yanina (Lucía Stella) y su hermano Lucho (Fabián Arenillas) a sacar "los trapitos al sol", ante la atónita mirada del protagonista; en una sucesión de emotivas escenas en las que los protagonistas sacan lo mejor de sus capacidades interpretativas. Realmente no se entiende cómo es que esta versión de Justo en lo Mejor de mi Vida, del director Leonardo Fabio Calderón (el de Marc la Sucia Rata y Lucho y Ramos), no llega masivamente a los cines a pesar de estar lista desde hace un año. Su estreno se da sólo en el complejo Gaumont en la Capital Federal pero eso no impide que sea disfrutable durante los 93 minutos de duración.