DOS FAMILIAS, UNA PASIÓN
Presentada recientemente en el Festival Internacional de Toronto y con una trayectoria de galardones en festivales de Francia y el de San Sebastián, Karnawal se consagra como la opera prima del director argentino Juan Pablo Félix, una producción que cuenta con la colaboración de siete países, de los cuales dos han sido aplicados como locaciones para el desarrollo de la historia: Específicamente, la frontera que une las ciudades de La Quiaca (Jujuy, Argentina) y Villazón (Modesto Omiste, Potosí, Bolivia).
Cabra es el protagonista adolescente que está a punto de incorporarse en campeonatos nacionales de Malambo. Encarnado por el malambista y actor debutante Martin Lopez Lacci, a Cabra lo ensombrecen los obstáculos monetarios que cualquier joven de su edad y ambición profesional debe lidiar, como el de obtener calzados apropiados para su actividad, un recurso tan básico como costoso en estos tiempos locales. Algo que una familia tan desunida como la suya no está en condiciones de proveerle.
Es a partir de esta necesidad material que Félix encuentra el disparador para la composición geográfica de Karnawal y la sitúa espacial y temporalmente con un dispositivo tan minimalista como un billete de quinientos pesos del Banco Central de la República Argentina. Vale en estos términos destacar sus escenarios –cálidos de día y gélidos en la oscuridad-, siempre acompañados por el despliegue visual de Ramiro Civita como director de fotografía y el colorista Alexis Rodil.
Aún con la temprana introducción de Lacci, el elenco es sólido en sus interacciones y en momentos de distanciamiento y soledad. Esto expresado particularmente en circunstancias donde la pregnancia de ciertos materiales físicos se eleva frente al uso –y la imposibilidad de este- por parte de los personajes. Pensemos, por ejemplo, en el malestar que produce un auto que no logra arrancar y cómo Cabra, su madre (Mónica Lairana) y su paternidad biológica (Alfredo Castro) logran erradicarlo después de cruzar dos veces el puente que los conecta con su primera cena familiar en años. Dejando así claro que los paisajes son un medio que su director sabe dominar sin olvidar que estos jamás dejarán a los protagonistas a la zaga.
Diremos también que la incomprensión de los dos padres y la madre hacia las pasiones de Cabra no termina de converger con las consecuencias de las acciones él. Por razones opuestas, será abofeteado por el padre adoptivo (Diego Cremonesi) y el progenitor. Ambos serán aliados cuando el bailarín lo necesite, pero sus metas no logran trascender a causa de sus desencuentros con los adultos, sino a pesar de estos. No tratamos de decir que al final del día Cabra debe aprender que, más allá de los conflictos que lo agobian, a la vida solo le esperan maravillas si la impulsamos con la gracia de nuestras expresiones artísticas. Sin embargo, al ser la adultez su gran rival, la película se ocupó más de las intenciones que esta tuvo de sacarlo de un gran aprieto, en vez de comprenderla dualmente como la fuente de sus problemas y la de sus soluciones. Los conflictos con la ley tienden a sentirse mayormente como decorados, aunque desde el guion hay ingenio con respecto a la continuidad de los hechos.
En una presentación virtual junto al productor francés Edson Sidonie, Juan Pablo Félix señala que la experiencia de Cabra refleja su juventud en una etapa de la que nunca comprendió del todo el rol de sus padres. Esto refleja en parte nuestras inquietudes con su primera película, pero sería torpe usar esta declaración como respaldo absoluto de nuestra interpretación.
A rasgos amplios, Karnawal triunfa al integrar a sus protagonistas en los panoramas del Noroeste argentino con una poética personal. Esperamos que la productora nacional BIKINI FILMS reincorpore sus rodajes tan pronto como pueda, dada la talla de los nombres que se vislumbran en la dirección de sus próximos largometrajes.