JUEGOS DE INTERPRETACION
La figura femenina domina la escena de la misma forma que la simetría de los planos que destacan una arquitectura amenazante, acechante. De ello no hay dudas al observar este film de Gastón Solnicki, aunque toda esta puesta en escena fragmentaria, colmada de interrupciones y que deposita toda su confianza en la intuición a la que puede dar forma la ópera de Bela Bartok (El castillo de Barbazul) -que describe el subtexto del film-, termina cayendo en la autoindulgencia intelectual al llevar al filma a ser un sucedáneo de piezas aisladas cuya correlación en la edición parece más una arbitrariedad que el fruto del trabajo sin un guión establecido.
Sucede que con una construcción donde la búsqueda no es del todo clara y el relato parece estar sublimado a un experimento sujeto a un proceso realizativo accidentado, todo queda atrapado en momentos de fotogramas a los que sólo podemos rescatar si los cargamos de un significado que responde más a la voluntad que a los méritos estéticos. ¿Por qué sucede esto? Porque al depositar toda su fuerza en lo no-dicho y lo que se intuye desde una ópera musical que da marco al film el resultado es ambiguo y confuso, ineludiblemente lineal para estar volcado enteramente a las sensaciones que pueda despertar la trama. Esto no quita la delicadeza de algunos segmentos y la belleza fotográfica de algunas secuencias -un buen caso es el plano final-, pero el contrapeso de una dirección confusa que desde la racionalidad más absoluta se pretende espontánea hace caer sus buenas intenciones.
Podríamos profundizar en la lectura social que nos pueda ofrecer la disposición de los planos, los espacios donde ocurren las acciones aisladas o la definición de los personajes que aparecen en pantalla pero si de sensaciones hablamos, de lo que me genera, siento que estoy siendo indulgente con la sobrelectura de un espacio mucho más vacío de lo que aparenta.