Paisajes en fuga
En su tercer opus, Gastón Solnicki (ver entrevista) propone al espectador una experiencia sensorial anclada en la belleza de las imágenes más que en la dialéctica y su juego constante de significaciones. Gran parte de la atención encuentra en el detalle y en la distancia entre la lente y el paisaje el mejor espacio para que la poesía visual encuentre la excusa ideal en la sucesión interrumpida de fragmentos de la ópera El Castillo de Barba Azul, del húngaro Béla Bártok.
En realidad ese es el punto de partida de este viaje de Solnicki y su equipo como continuidad de un viaje etno-musical que el propio Béla Bártok emprendiera en su búsqueda por Europa de música folclórica, tal vez con una experimentación de la incerteza en su encuentro con nuevos idiomas musicales como la que transparenta el mismo Gastón Solnicki al dejarse llevar por los dictados de su intuición a la hora de elegir los paisajes interiores y exteriores que ocupan el foco de su aventura cinematográfica.
En su tercer opus, Gastón Solnicki (ver entrevista) propone al espectador una experiencia sensorial anclada en la belleza de las imágenes más que en la dialéctica y su juego constante de significaciones. Gran parte de la atención encuentra en el detalle y en la distancia entre la lente y el paisaje el mejor espacio para que la poesía visual encuentre la excusa ideal en la sucesión interrumpida de fragmentos de la ópera El Castillo de Barba Azul, del húngaro Béla Bártok.
En realidad ese es el punto de partida de este viaje de Solnicki y su equipo como continuidad de un viaje etno-musical que el propio Béla Bártok emprendiera en su búsqueda por Europa de música folclórica, tal vez con una experimentación de la incerteza en su encuentro con nuevos idiomas musicales como la que transparenta el mismo Gastón Solnicki al dejarse llevar por los dictados de su intuición a la hora de elegir los paisajes interiores y exteriores que ocupan el foco de su aventura cinematográfica.