Rebelión en la selva
Dirigida por el debutante realizador británico Anthony Silverston, quien parece haberle tomado el gusto a las historias animadas situadas en el continente africano después de haber trabajado como guionista en Zambezia (filmada también en tres dimensiones), Khumba nos explica por enésima vez la historia de un hecho diferencial y el de sus fatídicas consecuencias a la hora de intentar integrar lo distinto en una comunidad de hábitos cerrados.
Khumba es una cebra con sólo la mitad de su cuerpo a rayas (algunos compañeros de especie desalmados le llaman Ceb, la mitad de Cebra) a la que todos culpan por la falta de lluvias. Debido a la gran presión ejercida por la manada, sumada a la muerte de su madre, el afligido animal decide emprender una singular aventura en la búsqueda de una especie de fuente mágica que le devuelva las rayas que el destino le ha robado. En su periplo conocerá a una serie de extravagantes compañeros de viaje que le ayudarán en su cometido, aunque también conocerá la figura de un malvado y sádico leopardo -que parece más un tigre que un leopardo- que controla todos los pozos de agua de la zona y aterroriza a toda la fauna en el gran Karoo.
La gracia del asunto se encuentra en tomar a un puñado de animales diversos de la zona con tantos problemas de identidad que están pidiendo a gritos el diván de un psiquiatra, y montar una suerte de zoo ilógico donde nada es lo que parece: por allí pululan temibles felinos con acusada ceguera; un águila negra que en realidad es blanca; una oveja con alma de cabra de montaña; un avestruz que se cree poeta y una ñu que actúa como madre de todas las bestias.
Simpática de a ratos, pero desesperantemente previsible, nos hallamos ante un ejemplo más de que el cine de animación se encuentra en terreno varado desde hace unos años. Amparados en una tridimensionalidad anecdótica (sólo interesa como telescopio aumentado para que podamos apreciar la sabana en su máxima extensión) que no incide en ningún momento en la trama ni dota de profundidad un desarrollo argumental visto una y mil veces, todo queda a expensas de las supuestas gracias o gags de dudosa efectividad y al manoseado mensaje que la diversidad es esencial para la supervivencia y que la diferencia te puede convertir en líder en lugar de convertirte en un ser marginal.
Como siempre ocurre en estos casos, es recomendable, si es posible, ver el film en su versión original, sobre todo para poder disfrutar con las profundas y espectaculares dicciones de actores como Liam Neeson; Lawrence Fishburne o Steve Buscemi, cuyas voces atrapan al espectador mucho más que lo que se nos están contando. Ah!, y si también puede ser, quedarse a escuchar la pegadiza canción titulada The Real Me con la que cierra el film y que ha sido compuesta por el cantante sudafricano Loyiso.