No era impensable una segunda parte del filme original, del 2010, ya que no sólo se colocaba como casi aire fresco dentro de tanta pavada, sino que además le fue bien en el llenado de las butacas de los cines que, dicho sea de paso, es a lo que Alfred Hitchcock hacia referencia en su definición de: ¿Qué es el cine?
Son muy raras las excepciones que confirman la regla de que segundas partes nunca fueron buenas, y en esta oportunidad estamos dentro de la regla.
Varias son las alternativas y/o variables que propugnan sobre la caída en desgracia, en principio, al no ser necesaria la presentación, conformación y desarrollo de los personajes, el tiempo se utiliza con el sólo fin de tratar de construir el tratamiento narrativo propiamente dicho, que termina por ser lo más endeble de la producción,
La externalización del conflicto interno de los personajes, esto es que se haya propagado a nivel masivo y cotidiano las ansias de justicia, en éste caso por mano propia. Ello suma un poco al principio, resta demasiado en el proceso y mucho más en el cierre, por un lado, los imitadores de nuestros jóvenes héroes Hit Girl (Chloe Grace Moretz), la verdadera protagonista, no importa el tiempo de presencia, el que esta le alcanza para robarse la historia y a Chloe para robarse la pantalla. Su partenaire Kick Ass (Aaron Taylor Johnson) transita más en el orden de la repetición que en nuevas facetas del personaje. Por último aparece como antagonista Motherfucker (Christopher Mintz-Plasse), que viéndolo desde el punto de vista estructural es en realidad quien propone desde su sed de vengar, la muerte de su padre, para que todo el relato pueda desarrollarse. Para ello contrata una caterva de forajidos seleccionados de lo peor que hay en la delincuencia de la ciudad. En contraposición Kick y Hit se unen al grupo de “Justicia para siempre”, liderados por el Coronel Estrellas (Jim Carrey). La batalla final entre ambos grupos, el bien y el mal, esta planteada y pronosticada.
Después de demasiadas vueltas de tuerca sobre la historia, muy inoperantes y previsibles todas, con poco tratamiento y cierres apresurados, el narración se encauza hacia aquello que propugna en esta segunda parte abandonando parte de lo bueno que había presentado en la primera.
Elementos como la buena puesta en escena, conjugada con el diseño de montaje que asemejaba a la grafica de origen, el humor como principal motor, y la sátira de las películas de superhéroes como piloto.
Todo eso a desparecido y esta segunda entrega, violencia glamorosa incluida, se parece más a aquellas de las que se burlaba.