Debo comenzar diciendo que Kick Ass me gustó mucho. No sólo me gustó sino que me parece de los pocos films americanos que realmente tienen la capacidad de sorprender y aportar una brisa de aire fresco a la extensa lista de estrenos americanos, que navegan entre el refrito mediocre, la fórmula genérica mediocre, las comedias (de malas a excelentes) y el cine de animación, que viene sorprendiendo desde hace ya muchos años.
Esta afirmación inicial responde a la polarización que ha habido en la crítica en torno a esta película. Desde su condena por lo políticamente incorrecto de algunas situaciones y personajes, los elogios en otro sector por ese mismo motivo (aunque con el reparo de que no es todo lo oscura e incorrecta que debería ser), y los que simplemente la disfrutaron. Yo pude disfrutarla como un espectador más, porque el vehículo es lo que prima, antes que su contenido más o menos incorrecto. Debo decir que no me pareció moralmente reprobable, como señalaron varios críticos (busquen la crítica de Roger Ebert y verán). Habiendo leído, antes de ver la película, lo que escribió Ebert, esperaba un lenguaje más soez por parte de la niña, y es fácil entender el tándem padre enloquecido-hija vengativa como una sátira descarada del fascismo habitual en la sociedad americana (muchos de los que objetaron el lenguaje de Hit Girl seguramente no se escandalizan ante el cúmulo de thrillers que celebran la justicia por mano propia).
La realidad es que cualquier crítica a favor o en contra de los aspectos más violentos del film parecería quedar anulada frente a un vehículo de entretenimiento que combina hábilmente acción con comedia satírica de espíritu independiente. Naturalmente, los elementos están y es imposible analizar la película sin considerar estos aspectos, pero el conjunto aprovecha estos aspectos sin detenerse demasiado en estos, ni para generar polémica, ni para erigir un discurso crítico del fascismo americano.
Diría que la película se queda a medio camino con la oscuridad que siembra a través de la educación que le brinda Damon Mcready (Nicolas Cage en plan desatado, en la línea del personaje que encarnó en la última de Herzog, pero sin drogas de por medio) a su hija. No es reprobable que la película celebre esa educación, porque la entiende como una evidente ironía, en la línea irónica que sostiene el cómic al hacer su lectura de la realidad. Quizás lo que se le puede objetar es que no vaya más allá de la mera celebración, por el simple hecho de que esta línea argumental es secundaria. Y ahí es donde podemos encontrar lo más criticable de este film.
El protagonista, el joven Dave Lizewski, se ampara en la angustia adolescente y en el hecho de que su vida carece de emoción, para antojársele disfrazarse de superhéroe y patrullar las calles. Simplemente se pregunta por qué un superhéroe debe tener traumas que lo vuelven un ser vengativo o debe poseer fuerzas sobrenaturales para calzarse un disfraz y hacer el bien. Está claro que lo que lo lleva a animarse a jugar al superhéroe es su necesidad de probar su coraje ante situaciones límite, como también está claro que su figura de adolescente perdedor es la misma que se repite hasta el hartazgo en la comedia americana, preferentemente en la comedia indie, aunque aquí el personaje no posee elementos que justifiquen realmente que sea un joven invisible para el sexo opuesto y que posea todos los karmas de los jóvenes que peor transitan la adolescencia (hasta sus amigos tienen aspecto de ser más perdedores que él, y parecen transitarla con menos angustia, o por lo menos, sin ideas tan estrafalarias como ingenuas). En esta realidad paralela de niños y adolescentes tomando el lugar de los superhéroes que no existen en la vida real, con toda la carga autoconsciente que conlleva esa lectura del cómic, a Dave Lizewski lo acompañan en la aventura, la mencionada Hit Girl/Mindy Mcready y Chris D’Amico, quien se viste de Red Mist (Bruma Roja) y es una suerte de némesis de Dave, un joven obsesionado con conocer y proteger los intereses de su mafioso padre.
La premisa que sostiene Dave a la hora de calzarse la vestimenta de superhéroe (y por ende, la premisa inicial del film), se contradice con el perfil de los dos jóvenes que construyen, como él, una doble identidad. Lo curioso es que el protagonismo de Dave/Kick Ass carece de sustento frente a la naturaleza de Mindy/Hit Girl, más ligada a la construcción psicológica de un superhéroe tradicional, y a la mucho más contundente personificación de adolescente perdedor de Christopher Mintz-Plasse como Chris D’Amico/Red Mist.
El otro elemento discutible es que la película ironiza permanentemente sobre la naturaleza de los superhéroes, pero al darle mayor peso en la última parte a Hit Girl y a Red Mist, sumado a la acción de las secuencias finales, la película termina adoptando la forma de una adaptación de cómic con superhéroes tradicionales, dejando de lado la idea de parodia de este esquema que dispara la trama.
Frente al cúmulo de adaptaciones de comics que vemos en el cine americano actual, Kick Ass logra sorprendernos gratamente, aún con sus fallas y sus indecisiones, hábilmente enmascaradas en un vehículo que funciona y entretiene desde el minuto uno. De todas maneras, una película protagonizada por Hit Girl o por Red Mist sería mucho más interesante.